Yo quisiera un país donde el presidente gobernara para todos, donde sus políticas públicas no llevaran implícitas venganzas personales ni revanchas, donde ningún mexicano fuera considerado como adversario.
Un país donde los diputados de verdad representaran a los ciudadanos que los eligieron con ese fin, que no recorrieran las calles de sus distritos solamente cuando buscan el voto sino de manera regular durante todo el tiempo que duren en el encargo y escuchen directamente lo que los ciudadanos, piden, necesitan y opinan, y antepongan las manifestaciones ciudadanas a la línea de votación que recibieran de sus partidos, teóricamente para eso existen los diputados, para representar al pueblo, aunque hoy se han convertido en números para gestionar votaciones partidistas.
Donde los senadores pensaran en su estado y hablaran en favor de los intereses ciudadanos, plantearan en el senado las cuestiones relevantes que cada entidad federativa presente y los puntos de atención urgente, donde fueran primero de Guanajuato y luego del partido que los haya postulado.
Quisiera un país donde los gobernadores no fueran virreyes al servicio del presidente, donde las decisiones al interior se tomen en beneficio de todos los ciudadanos del estado, y se busquen mecanismos de coordinación, no de sumisión con la federación, para juntos poder atender problemas tan grandes como los de la seguridad y el agua.
Un municipio donde el ayuntamiento, de composición plural, discutiera y debatiera las propuestas de acciones en favor de la ciudadanía y no donde el objetivo de participar sea defender colores y buscar favores o escaparate para otros puestos.
Un país donde las cuotas de afirmativas fictas en favor de grupos minoritarios no fueran usurpadas por farsantes que se auto adscriben de cualquier característica para poder ocupar un puesto designado para una minoría que con estas trampas queda de nuevo desplazada.
Yo quisiera en país donde los puestos políticos no fueran un botín que se reparten, pagando favores o cubriendo compromisos, donde los más capaces, comprometidos y éticos estuvieran en los puestos de toma de decisiones. Donde cada secretario, director o encargado fuera 100% capaz, 100% fiel a México y 0% sometido a intereses partidistas, donde un funcionario capaz tuviera la oportunidad de ascender en la administración pública sin tener que militar en ningún partido, donde se invitara a ciudadanos capaces a participar en el mismo sentido, sin perder su carácter ciudadano; donde no siempre viéramos a los mismos solo jugando al juego de las sillas, cambiando de puesto o de ideología, brincando hasta de partido y vemos cambios de posición en el tablero pero siempre son las misma fichas.
Qué bonito sería que a los políticos les importara más México y su gente que sus partidos políticos, donde se debieran a cada mexicano y no al líder de su partido.
Fuente: Milenio