Las perspectivas para la economía mexicana han mejorado debido a un crecimiento del mercado interno y por el impulso del ‘nearshoring’ a la inversión y las exportaciones.

En pocas ocasiones, las perspectivas respecto al crecimiento de la economía mexicana han cambiado tanto, de manera positiva, como en este año.

En diciembre de 2022, el consenso registrado por la encuesta del Banco de México entre expertos esperaba un crecimiento de 0.9 por ciento para el PIB en 2023.Ahora, el registro más reciente, que es de la encuesta quincenal de Citibanamex publicada el pasado 5 de mayo, anticipa un crecimiento de 1.9 por ciento.

Incluso, ya hay 12 instituciones financieras que anticipan que la economía crecerá 2 por ciento o más.

Las más optimistas son JPMorgan y HSBC, que prevén que la economía crezca 2.5 por ciento este año.

En ocasiones, el cambio de las perspectivas con este sesgo optimista ha derivado del entorno externo.

No en esta ocasión. De hecho, las previsiones respecto al desempeño de la economía global se han deteriorado levemente.

En enero de este año, el FMI consideraba que la economía mundial crecería 2.9 por ciento y ahora estima un 2.8 por ciento.

En Estados Unidos, hubo una leve mejoría y la estimación pasó de 1.4 a 1.6 por ciento, pero en México más que se duplicó la cifra prevista.

¿Qué ocurrió en los primeros meses de este año para que las previsiones hayan cambiado de esta manera?

Hay dos hechos que ocurrieron en los primeros meses del 2023.

1.- Un crecimiento sorpresivo del mercado interno, que no se fue para abajo pese a que el ciclo alcista de las tasas de interés comenzó en México desde junio de 2021 y apenas ahora apunta a llegar a tope.

Existía la impresión de que el encarecimiento del crédito detendría su demanda. Sin embargo, el reporte más reciente del Banco de México indica que el crecimiento del financiamiento de la banca comercial al sector privado mantenía una tasa real de 4.5 por ciento en marzo, y en el crédito al consumo su ritmo fue de 10.2 por ciento anual, lo que implica la persistencia de la expansión de la demanda de créditos.

Esto se ha reflejado en el hecho de que, aunque el consumo privado, según datos del INEGI, se ha desacelerado, en el mes de abril mantendría un crecimiento de 2.2 por ciento a tasa anual.

La generación de empleo adicional, el aumento del salario real del sector formal y la llegada de remesas, están entre los factores que explican ese comportamiento que ha sorprendido.

2.- El impulso del nearshoring a la inversión y a las exportaciones.

De acuerdo con datos de Bloomberg Economics, la participación de las exportaciones mexicanas en el total de las compras realizadas por Estados Unidos (sin incluir petróleo y gas) llegó a 14.8 por ciento en marzo desde un 13.8 por ciento de un año atrás.

Aun sin ser espectacular, la penetración creciente de las exportaciones mexicanas al mercado estadounidense es una expresión del proceso de relocalización manufacturera que estamos presenciando.

Otra de las manifestaciones de ese hecho se aprecia en el comportamiento de las compras de maquinaria y equipo.

Llevamos ya once meses en que sus tasas de crecimiento son de dos dígitos. En marzo crecieron a 16.5 por ciento anual y el nivel que actualmente tienen es ya 4 por ciento superior al máximo previo, de julio de 2018.

Tenemos un entorno económico que puede traer consigo hechos inesperados.

Pero si, por ejemplo, se resolviera el tema del techo de la deuda en Estados Unidos y efectivamente, las tasas de interés ya hubieran llegado a su máximo, creo que vamos a seguir observado revisiones al alza de las previsiones de crecimiento para este año.

Pocos de estos hechos dependen de decisiones de política por parte del gobierno.

Por esa razón le reitero, AMLO tiene mucha suerte.

Fuente: El Financiero