Ninguno de los candidatos a la presidencia de la República tiene un especial atractivo para los jóvenes y su discurso lo perciben distante.

No he escuchado a ningún candidato que parta de la premisa de que los jóvenes no van a votar en las elecciones del 2 de junio, o bien que lo harán en una proporción menor que los adultos.

Todos se lanzan a plantear que quieren conquistar a los jóvenes y llevarlos a las urnas.

La realidad es que la historia muestra que los jóvenes votan poco y en los próximos comicios no es viable que ese comportamiento cambie.

Veamos algunas cifras.

En el año 2018, con una elección que generó altas expectativas por el cambio que iba a significar, la tasa de participación fue del 63.4 por ciento.

El segmento de edad en el que la tasa de participación fue la más baja (con excepción del de más de 85 años) es el que corresponde al segmento de 20 a 29 años, apenas con una tasa de participación de 52.8 por ciento; más de 10 puntos por abajo que el promedio.

Le sigue el de 19 años, con 57.1 por ciento y luego el de 30 a 34 años, con 58.1 por ciento.

Viendo en conjunto el segmento de 19 a 34 años, tuvo una tasa de participación que en promedio alcanzó el 54.7 por ciento, casi 9 puntos por abajo del promedio nacional.

Los segmentos en los que la participación fue mayor son los que van de 55 a 74 años, en los que la participación fue en promedio de 72.4 por ciento, 9 puntos por arriba del promedio nacional.

Una de las expresiones de la falta de interés de los jóvenes en edad de votar por la política y las elecciones es su ausencia en las movilizaciones de todas las fuerzas políticas.

¿Recuerda usted la numerosa concentración en defensa de la democracia realizada en el Zócalo? Pues los jóvenes brillaron por su ausencia.

Tampoco estuvieron presentes en el arranque de la campaña de Claudia Sheinbaum el 1 de marzo en el mismo lugar.

No se han hecho suficientes encuestas a los jóvenes en los últimos años, pero una de 2019 refiere que solo el 23 por ciento tiene “mucha confianza” en el presidente de la República; solo el 15.6 por ciento en el gobierno, y apenas el 9.3 por ciento en los partidos políticos.

Además, solo el 45.9 por ciento encuentra que un modo de participación política es votar en los procesos electorales y solo el 15.5 por ciento están “muy de acuerdo” que participar en política puede conducir a mejorar la sociedad en la que viven. Peor aún, solo el 11.7 por ciento considera que el Estado en México es “muy democrático”.

El tipo de asociación en la que más les gusta participar es de carácter deportivo y en la que menos es de carácter político.

Aunque el estudio de la Fundación SM y del Observatorio de la Juventud de Iberoamérica es de hace cinco años, no parece haber ningún cambio sustantivo. Quizás incluso hoy el desinterés por la política sea todavía mayor.

Hay que señalar además que ninguna de las personas que aspiran a ganar la presidencia de la República tiene un especial atractivo para los jóvenes. No solo por no serlo sino porque en su discurso lo perciben distante.

En la más reciente encuesta de intención de voto de El Financiero, se observa que entre los jóvenes de 18 a 29 años, todos los candidatos pierden puntos respecto a la intención de voto promedio.

Y quizás la buena noticia para Morena es que entre los segmentos que históricamente tienen una mayor participación en las elecciones, los de 50 años o más, aumentan la ventaja hacia Morena.

Supongo que los estrategas de las diversas campañas tienen análisis mucho más finos y precisos que los datos que le he presentado y que han llegado a la conclusión de que los votos hay que buscarlos en otros segmentos y no en los jóvenes. Así parecen mostrarlo sus campañas, tal vez con excepción de Álvarez Máynez y su activo tour universitario.

Pero, aceptar que los jóvenes no van a pesar en la elección es políticamente incorrecto y creo que nadie va a decirlo.

Fuente: El Financiero