En enero del 2013 inicié estas reflexiones sobre el tema, siendo Comisionado Presidente de la Comisión de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales del Estado de Tlaxcala (CAIPTLAX, hoy IAIP Tlaxcala).

La correlación de fuerzas al interior de su pleno, compuesto por tres integrantes, se perfilaba lamentablemente no óptima para mí.  Sabía que tenía que crear esta columna ya que los dos años anteriores las columnas colectivas (“Mirada transparente” y “Palabra en Transparencia”) del órgano garante desaparecerían por la falta de recursos para publicidad. No tenía problema, mi experiencia entonces de casi quince años publicando artículos de opinión me favorecía.

Entonces nació en diarios locales esta Contraopacidad que luego en septiembre de ese mismo año llegará a este valioso espacio de la Red por la Rendición de Cuentas por la invitación generosa de Lourdes Morales.  Así llevamos casi siete años reflexionando sobre este tema que forma parte de nuestro desarrollo profesional, en el cargo mencionado, pero principalmente desde mi modesto espacio académico como profesor de Sociología en nuestra Universidad Autónoma de Tlaxcala.

Por lo menos en los dos últimos años ha bajado la intensidad de nuestra colaboración pero la idea en el 2020 es retomar el ritmo para seguir escribiéndola cada semana.  Como espacio de reflexión  e incluso debate nos ha permitido mantenernos en la galaxia mexicana de la transparencia oficializada en el llamado Sistema Nacional de Transparencia.

Desde aquí hemos incidido, pienso, en la reflexión colectiva de todo este tránsito de una transparencia más de fachada, a una incipiente profundización de esta política pública.  Con un gobierno federal que se ha planteado como principal tarea, desaparecer la corrupción lacerante que vivimos por lo menos los tres últimos sexenios, de lo que hasta ahora da cuenta Transparencia Internacional.

Hay que ver que el presidente Andrés Manuel López Obrador con sus conferencias matutinas de prensa diarias, en realidad está pisando los terrenos de una verdadera rendición de cuentas.  Eso lo comentaba con mi amigo Vicente Viveros, a quien AMLO, no precisamente le cae muy bien, aunque sabe el peso que tiene ahora como titular del ejecutivo federal.

Comunicar para el presidente, considero, y ello es objeto de estudio de una tesis de licenciatura que espero no se me caiga; todos los días, es la respondabilidad (answerability) de la que nos habla Andreas Schedler, como “obligación de los gobernantes de responder las solicitudes de información y los cuestionamientos de los gobernados” (Cuaderno de Transparencia No. 3 del inai).  En este caso vía los reporteros que se congregan en Palacio Nacional todas las mañanas, quienes sin saberlo en estricto cumplen esa tarea de exigir información sobre las decisiones del gobierno encabezado por López Obrador.

Inédita cuestión no sólo en México, sino en el mundo.  No tan inédita para el propio presidente que durante el tiempo que fue Jefe de Gobierno hizo lo mismo en cierto modo exitoso, frente a lo que ocurría con las conferencias de prensa que daba el entonces presidente Vicente Fox.

El caso es que el tema de la transparencia ha sido relevante para el presidente, aunque no haya tenido acercamiento alguno con el inai de manera directa y personal.  Su equipo, de manera destacada la Secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, sí lo ha hecho.  El Comisionado Presidente, Francisco Javier Acuña, pienso sin que en esto influya mi opinión personal sobre él, ha sido obstáculo para ello.  En mayo próximo será relevado de ese espacio, y el Pleno debe pensar en alguien que sí funcione como puente y no como muro.  El perfil de quien designe el Senado, como relevo de Joel Salas, en marzo próximo puede o debe pesar en esto.

El órgano garante federal del DAIP y la Protección de Datos Personales puede, considero, replantearse para tener un papel más activo en varios aspectos, como el de pasar de la divulgación, difusión o promoción de estos derechos fundamentales a su socialización.  Ya se empezamos con el primero pero hay que seguir con el segundo.  Hacer que su ejercicio sea parte de la vida cotidiana de las personas, como lo es por ejemplo el derecho a la educación.  Mediante planes orientados a destacar su utilidad (“cruzar el rio de los cocodrilos” como la llama mi amigo Samuel Bonilla de Transparencia para Todos).  La hipótesis es sencilla: los mexicanos no hacen uso de estos derechos porque no encuentran utilidad alguna de la información pública, pese a tenerla, y menos de la protección de sus datos personales.

Si se mira hacia allá, la ecuación del accountability, planteada por Schedler, insistimos, se completa.  El cumplimiento de la obligación de los funcionarios públicos de informar, posibilita la capacidad de sancionarlos (enforcement). 

El presidente de la república lo sabe. Sabe que informa diario para que lo puedan sancionar.  O calificar, diario, su trabajo.  Claro, apuesta a que esa calificación o sanción le sea favorable.

Por: C. Cirio R.

Fuente: Contraopacidad