Las elecciones dividen. Es parte esencial de su naturaleza. Se vota de manera diferente por razones ideológicas. Acaso las primeras para distinguir fueron la izquierda y la derecha, el trabajo y el capital, los de abajo y los de arriba.

También separan las regiones. Hay países donde no es lo mismo ser del sur que ser del norte; o ser del campo que haber nacido en la ciudad. Desde que hay elecciones el voto rural es distinto al urbano y ser trabajador para la industria ha sido diferente a ser empleado en los servicios.

Hay una tercera frontera política que de tiempo en tiempo también fractura a las sociedades: la edad. No está presente en todos los comicios pero cuando lo hace, ella se hace muy honda entre las poblaciones.

La televisión separó un día a las generaciones, lo mismo que el ferrocarril y ahora internet.

Fue la pantalla chica la que a principios de los años sesenta del siglo pasado permitió a John F. Kennedy ganar la partida en contra de Richard Nixon. Los más jóvenes, los baby boomers, se reconocieron mejor en el candidato que supo coquetear con la televisión.

No importó que sólo el 5 por ciento de los estadounidenses tuvieran uno de esos aparatos en casa porque ese reducido grupo logró una influencia grande sobre la mayoría.

Algo similar debió haber provocado el ferrocarril. Hay un antes y un después de las vías de fierro. Los durmientes alejaron generaciones como pocas cosas lo hubieran hecho antes. De un lado los parroquianos palurdos, los pueblerinos y los supersticiosos; del otro quienes abrazaron la civilización, la modernidad, el futuro; ese universo ligado casi en todo a la máquina de vapor.

Internet juega en el presente un papel similar al que ayer tuvieron el ferrocarril o la televisión. Es muralla altísima que retira a una generación de la siguiente.

De un lado los análogos, del otro los nacidos digitales; unos son hijos de otros y sin embargo con respecto a lo que imaginan para su comunidad política poseen identidades dramáticamente distintas.

Apenas las naciones democráticas comienzan a tomar conciencia de esta realidad. No es lo mismo ganar votos tocando la puerta de la casa donde vive el elector que hacerlo a través de un post en Facebook o de un mensaje a través de Twitter.

Resulta igualmente distinto informarse sobre temas relevantes de la política a través de la página impresa de un diario que hacerlo gracias a un blog o un portal electrónico.

En efecto, mientras las generaciones mayores siguen haciendo política dentro de la ciudad real, los más jóvenes tienen puesto poco más de medio cuerpo dentro de la ciudad virtual.

Cuando las sociedades son más adultas, los votantes análogos llevan mano. Pero el caso resulta distinto si es mayoría el número de electores que interactúan dentro de la ciudad virtual.

Las elecciones celebradas el día de ayer en España sirven de evidencia a propósito de este argumento. Los más jóvenes votaron por expresiones partidarias propias de la ciudad virtual: Podemos y Ciudadanos. En cambio los más viejos apoyaron a las facciones de la prerrevolución digital: el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

De acuerdo con los sondeos de salida, el día de ayer las y los electores españoles de entre 18 y 34 años votaron mayoritariamente a favor de Podemos. En revancha, los electores de más de 65 años apoyaron al PP de Mariano Rajoy. La segunda fuerza más votada —entre los españoles de 55 años o más— fue el PSOE.

De su lado, Ciudadanos triunfó en el tramo que va de los 35 a los 44 años.

España es una sociedad cuya curva de edad se inclina hacia los más viejos y por ello ayer logró ventaja el PP; aunque este partido no obtuvo mayoría parlamentaria.

¿Qué habría sucedido en esa nación si la pirámide poblacional hubiese sido similar a la mexicana, donde solo uno de cada cinco habitantes tiene más de 60 años?

ZOOM: En México no ha nacido todavía una fuerza como Podemos o como Ciudadanos. Mientras tanto las candidaturas independientes se han encargado de ofrecer esperanza y representación a los nacidos digitales, a los sufragistas de la ciudad virtual.

Fuente: El Universal