Hace más de 40 años, en plena época de la Guerra Sucia, Mariclaire Acosta fue de las primeras activistas en hablar de derechos humanos. Hoy es la voz de la sociedad civil en el Sistema Nacional Anticorrupción. Sonriente, dice que se pueden lograr cambios desde adentro, pero endurece el rostro cuando advierte: “no estoy dispuesta a aceptar una simulación”.

¿No es un contrasentido negociar el Sistema Anticorrupción con Emilio Gamboa?
Yo no hice la negociación con Emilio Gamboa.

No, pero por sus manos pasan ahora los nombramientos del fiscal y los magistrados anticorrupción. ¿Se trabaja con lo que se tiene?
¡Exactamente! Es el líder de la mayoría parlamentaria en el Senado (se encoge de hombros), ¿qué vamos a hacer?

Ha sido activista y funcionaria; a estas alturas, ¿le cree al sistema?
Creo en las instituciones. Fortalecerlas es la única manera de sacar adelante al país. Para eso hay que hacer que funcionen. Desgraciadamente, las que tienen que ver con la corrupción, el acceso a la justicia y la seguridad, son débiles, muy débiles.

¿Cuál es su debilidad?
Están capturadas por intereses particulares, por intereses de grupo. Muchas veces tienen diseños que ya no corresponden a la realidad del país, como la Procuraduría General de la República.

¿De qué sirve un Sistema Nacional Anticorrupción que existe en el papel, pero no en la realidad?
¿Quién dice que no existe? Le faltan piezas, le faltan piezas importantísimas, pero eso no quiere decir que el sistema no existe.

¿Está funcionando?
Con muy baja capacidad, pero está funcionando. Jacqueline Peschard entregó un informe de 50 páginas que no son de paja, son 50 páginas de proyectos, de avances… Por ejemplo, la semana pasada el Comité de Participación Ciudadana le entregó al Comité Coordinador la propuesta de formatos para la declaración patrimonial de funcionarios públicos y su familia. Ahora veremos si lo aprueba o no. Se están haciendo cosas.

¿Cómo le hace para no perder la esperanza?
Pues porque he visto cambios, falta mucho, a veces me desespero, pero he visto cambios. Para meterse en esto uno tiene que creer en que las cosas pueden cambiar.

¿Y sí se pueden cambiar?
Yo empecé en 1974, cuando prácticamente nadie había oído hablar del término “Derechos Humanos”. En ese entonces no había ni derechos. Hoy tenemos una crisis gravísima de derechos humanos, pero tenemos instituciones, tenemos una sociedad que sabe que tiene derechos, que los pide, los reclama. No quiero para nada subestimar la gravedad de lo que estamos viviendo, pero ya hay herramientas y eso fue el resultado de un proceso. Veo la lucha anticorrupción de la misma manera: ya arrancó un proceso y hay que darle cauce. Los cambios van a ser paulatinos.

¿Qué tanta resistencia encuentran?
Puede haber, como lo hicieron en el caso de Pegasus, que dijeron: “esto no procede por tal y tal”, pero ellos también pagan un costo al hacerlo. Es un asunto de ir empujando hasta vencer esa resistencia.

Entonces, ¿no se debe esperar magia? Porque la opinión pública es voraz.
Se vuelve muy voraz, primero porque tenemos una cultura política bastante maniquea de que el mal hay que extirparlo. No sé si es herencia de la colonia o de dónde viene pero la tenemos. Entonces, en esta lógica, a los corruptos hay que agarrarlos y meterlos a la cárcel, no importa que no se resuelva el problema de la corrupción.

¿Cómo tendría que ser?
Lo que tenemos que entender primero es que todos somos parte del problema de la corrupción, que no nada más son los malos, somos también nosotros: los que pagamos la mordida, los que compramos la plaza, los que aceptamos que los policías les tengan que dar cuota a sus jefes…

¿Qué se pierde en México cuando un ciudadano da mordida?
El ciudadano pierde seguridad. A lo mejor gana en ese momento que no le levanten infracción, pero pierde seguridad porque una infracción se convierte en un problema de mercado, no de cumplir con las reglas y mantenerte dentro de ciertos límites, que eso es el bien público.

¿Hay cura contra la corrupción?
Yo creo que sí. Hay países como Rumania que salió de una dictadura terrible y que pasó por una corrupción espantosa, pero ha logrado controlarla.¿Cómo lo hizo? A través de la investigación, de la información, de una fiscalía que funciona y de una ciudadanía que reclama. Cada vez que el gobierno quiere dar marcha atrás en el combate a la corrupción en Rumania, la gente sale a la calle porque ya vio el resultado.

¿Cuál es el riesgo de que todo cambie para que las cosas sigan igual?
Allí está el verdadero reto del sistema. Estamos acostumbrados, por ejemplo, a que la Comisión Nacional de Derechos Humanos manda una recomendación y se acepta, pero no se cumple. Ese ha sido México, pero México ya no aguanta ser así. El gran acierto del Sistema fue hacer Comité de Participación el vínculo con la sociedad. Tenemos que lograr la movilización ciudadana para que esto cambie de verdad. Ese es el punto clave.

¿Quiere ser una presidenta incómoda?
Yo siempre he sido incómoda.

Con su experiencia, ¿qué sensación le provocan las ocurrencias de los políticos actuales?
El discurso político en general ha perdido sustancia. Pero es un fenómeno mundial y eso me preocupa muchísimo.

Los de izquierda van con los evangélicos, el PRI asume las banderas de la Iglesia…
Creo que el mercadeo político está reemplazando a los valores y los principios. Y eso es muy grave.

Usted ha dicho que levantará la voz. ¿Hasta dónde?
Hasta donde sea necesario. Hasta donde pueda y hasta donde sea necesario.

¿La veremos amarrada a la puerta del Senado?
No, jajaja, nunca me he tenido que amarrar a ninguna puerta. Espero no tener que hacerlo.

¿Quién es el enemigo a vencer?
El enemigo fundamental es la corrupción, el abuso de poder, la ineptitud, la negligencia, el desprecio por la vida de la gente…

¿Qué implica ser la voz de la sociedad civil en este nivel?
Implica muchísima responsabilidad. Me preparé mucho para este momento, psicológicamente.

¿En qué sentido?
En el sentido de tomar conciencia de la complejidad de la problemática que vamos a enfrentar, de los riesgos, pero bueno ya estoy aquí, y ahora voy a hacerlo lo mejor que pueda.

¿Se vuelve usted la conciencia del país?
No sé, espero que me tengan confianza.

Activista, diplomática, funcionaria… ¿cómo definiría hoy su papel?
Es una cosa rarísima: soy una especie de activista atada de manos, jajaja, pero al mismo tiempo con un mandato constitucional. Si algo aprendí en mi paso por el servicio público es que se pueden defender cosas adentro también.

¿Qué no está dispuesta a aceptar en este cargo?
No estoy dispuesta a aceptar una simulación, ni que se me impongan cosas que considero incorrectas.

¿Cuál quiere que sea su epitafio?
“Hizo su mejor esfuerzo”.

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CINCO DATOS:
1. El 8 de febrero asumió la presidencia del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción.

2. Es profesora en The American University, la Universidad Iberoamericana, la Universidad de Berkeley y la UNAM.

3. Fue presidenta y fundadora de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos.

4. Encabezó Amnistía Internacional en México.

5. Fue subsecretaria para los Derechos Humanos y la Democracia de la SRE, con Jorge Castañeda como canciller.

Fuente: Reforma