Manuela Mendoza, perteneciente a la asociación civil Alianza Cívica en Coahuila, cuenta la historia en 15 minutos. Sin embargo, se trata de una batalla legal por el acceso a la información y la rendición de cuentas que ha durado tres años y ya ha llegado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Todo comenzó a inicios de 2009, cuando el entonces gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, anunció que su gobierno invertiría 400 millones de pesos en un programa llamado “Tarjeta de la Gente”, dirigida a los sectores más empobrecidos.

El 16 marzo de ese año, el secretario de Finanzas coahuilense, Javier Villarreal, inauguró con bombo y platillo el programa. En un centro comercial de Monclova, informó que cientos de miles de familias recibirían 200 pesos mensuales a través de una tarjeta de débito que podría ser utilizada para comprar insumos de la canasta básica en los supermercados  y establecimientos determinados.

Pero ni el monto público destinado, ni el padrón de beneficiarios o las reglas de operación fueron hechos públicos en ningún documento legal.

REZAGO EN RENDICIÓN DE CUENTAS

México tiene pocos años con leyes en materia de transparencia, explica Eduardo Bohórquez, director de Transparencia Mexicana. Sin embargo, ha sido rápido el avance en la cultura de la transparencia entre los ciudadanos.

No ha ocurrido así con la rendición de cuentas, que es un concepto que lleva mucho tiempo en nuestro sistema político, “y a los ciudadanos nos cuesta mucho más trabajo concebirla como un derecho y no como algo alejado”.

“Tengo la impresión de que ha sido en el tema de la rendición de cuentas donde menos pensamos –instituciones y ciudadanos– que se trata de un derecho de todos. Pensamos que es más un atributo de las instituciones”, advierte Bohórquez. Y ello en gran medida se debe a que el ciudadano sigue sintiendo que las autoridades no lo representan, y por eso no considera necesario exigirle cuentas.