Es cierto que México no es un país con divisiones territoriales-culturales capaces de expresarse en movimientos nacionalistas a favor de la separación, como el Reino Unido o España, para sólo mencionar dos casos que en estos días enfrentan ese dilema. Sin embargo, el histórico referéndum que se realizó en Escocia el pasado 18 de septiembre para consultar a la población si debían independizarse o seguir formando parte del Reino Unido, deja importantes lecciones para nuestro país que se está inaugurando en el ejercicio de las consultas populares.

Alcanzo a identificar dos grandes lecciones:

1) El tema y los convocantes de la consulta.- Preguntar “si Escocia debería ser un país independiente” era una interrogante sencilla, pero con una fuerte carga de significado, en la medida que abría la posibilidad de cambiar más de tres siglos de historia de asociación bajo el liderazgo de Londres, es decir, lo que estaba en juego era mayúsculo. El Primer Ministro escocés, Alex Salmond, lideró la campaña separatista, apoyado por el Partido Nacional Escocés (SNP por sus siglas en inglés), haciéndose eco del orgullo nacionalista y aprovechando el rechazo que genera entre los escoceses el gobierno conservador de David Cameron.

En México, consideramos a la consulta popular como espacio privilegiado de los ciudadanos, al margen de los partidos, y actualmente existe una gran molestia porque los asuntos que se han registrado para ser sometidos a consulta el año próximo, o son de escasa relevancia efectiva o simbólica para la población, como el de los plurinominales, o difícilmente abren una disyuntiva como el de los salarios mínimos, pues no hay alguien que se oponga a que se incrementen y el dilema está en los cómos que no pueden resolverse en un referéndum.

Si nuestros partidos políticos gozaran de cierta credibilidad y tuvieran la sensibilidad para recoger las preocupaciones de la población, no habría problema para que fueran ellos los convocantes de las consultas, pues tienen capacidad para movilizar y colocar temas en la agenda pública. Si esto fuera así, las consultas populares podrían generar, como en Escocia, un renacimiento de la política de base, es decir, de la participación y la deliberación pública.

2) La aceptabilidad de la derrota y sus consecuencias políticas.- Los políticos “separacionistas” reconocieron inmediatamente el triunfo del “no” y el Primer Ministro escocés presentó su renuncia, asumiendo las consecuencias políticas de su derrota, por haber encabezado la movilización por la independencia. Es cierto que las renuncias de un jefe de gobierno están previstas en un régimen parlamentario como producto de un voto de censura del parlamento, pero eso no ocurrió en esta ocasión. La renuncia fue directamente un acto voluntario de responsabilidad política.

Esta es quizás la lección más importante para nosotros, porque en México, los partidos políticos siguen condicionando la aceptación de sus derrotas a ciertas negociaciones políticas, porque rinde más cuestionar que acatar. Poner en duda la credibilidad de los resultados es más rentable, porque existe una plataforma básica de desconfianza en las instituciones que los propios actores políticos fomentan. Peor aún, no hemos logrado construir un régimen jurídico de responsabilidades de los funcionarios públicos, ya no digamos para que voluntariamente las asuman como parte de la dignidad del cargo que ocupan, sino para que efectivamente se castigue a quien viole las normas, a quien por incumplir sus obligaciones genere daños a la sociedad, o impida que se haga justicia. Está claro que si no construimos un edificio institucional de responsabilidades políticas con efectos y consecuencias firmes por no acatar las normas, seguiremos siendo incapaces de combatir la impunidad.

Fuente: El Universal