La pregunta pertinente respecto al debate del domingo entre los candidatos presidenciales no es quién ganó, sino cuál fue su efecto en las intenciones de voto de los electores.
Una de las preguntas más frecuentes tras un debate entre candidatos es: ¿quién ganó?
Creo que, en una contienda electoral, se trata de una pregunta ociosa, o en todo caso, que puede importar sobre todo al ego de los participantes.
La pregunta pertinente es la siguiente: ¿cuál fue el efecto del debate en las intenciones de voto de los electores?
Los ejercicios más útiles para medir el impacto de los debates son aquellos que, a través de un panel suficientemente amplio y representativo, tienen un registro de las intenciones de voto antes del debate y las que hay después de ese ejercicio.
Pero, con frecuencia, no inmediatamente después de que suceda, sino tras algunos días de deliberación pública respecto a lo qué pasó.
No he visto ningún ejercicio de este tipo.
Hay hipótesis que pueden adelantarse sobre la base de lo ocurrido, a la espera de poder verificarlas en estudios demoscópicos que se realicen en las siguientes semanas.
Parto de una base: Claudia Sheinbaum va adelante en las encuestas por una diferencia de dos dígitos.
Entre las encuestas que se hacen públicas, solo una, la de Massive Caller, le da a Sheinbaum una diferencia de un dígito.
La función del debate para Sheinbaum era diferente a la que tenía para Gálvez.
La candidata de Morena debía impedir que el debate le restara puntos, o al menos, una cantidad significativa de puntos.
La candidata del frente opositor lo que debía tratar era que el debate le sirviera para ganar la mayor cantidad de puntos.
¿Cómo conseguirlo?
Para Sheinbaum la clave era seguir el libreto, como mayormente lo hizo. Logró en casi todos los casos, que la agenda del debate fuera la que ella deseaba, no la que propiciaban las intervenciones de Gálvez o las preguntas de los moderadores.
Para Xóchitl la intención era asestar golpes que sacaran de balance a Sheinbaum y en el debate y posdebate, apropiarse de la agenda.
El posdebate está abierto aún, pero no le va a ser fácil a Xóchitl conseguirlo.
Por ejemplo, en el caso de la referencia de los contratos de Grupo Indi, se tendría que demostrar que Sheinbaum recibió algún beneficio por las asignaciones recibidas por esta corporación o que hay irregularidades en los procesos.
Los señalamientos de que los Panama Papers registran la presencia de familiares de la candidata de Morena, si no hay más elementos que ese hecho, tampoco será el gran golpe pues hay miles de mexicanos en esos listados. Las referencias derivan de que eran clientes de Merrill Lynch en 1990. Solo hace 34 años.
Los temas como el caso Rébsamen o la Línea 12, han sido abordados inextenso desde hace años. No parecieran tener la novedad o el impacto para que los votantes que aún no definen su voto lo hagan por Xóchitl.
Pero, ya lo veremos en las mediciones de las siguientes semanas.
Del otro lado, creo que los ataques de Sheinbaum contra Gálvez tampoco van a definir la agenda. Quizás el más fuerte y recurrente, la referencia a que es la candidata del PRIAN, fue contestado con la afirmación de que ella no ha militado nunca en ningún partido.
Ambas afirmaciones son correctas y ambas muy sabidas, por lo que creo que no tendrán impacto ni ofrecerán novedad.
He escuchado con cierta frecuencia en los últimos días que el debate ha contribuido a dejar en evidencia que las elecciones del próximo 2 de junio son respecto a dos visiones del país.
Si eso es lo que arrojó el debate (yo no estoy seguro de ello, creo que el resultado es más complejo), es probable que haya más beneficios que perjuicios para la candidata de Morena, ya que el respaldo ciudadano a AMLO es sustancialmente superior a su rechazo (58 contra 41 en la última medición de El Financiero).
La estrategia de Morena ha sido convertir esta elección en un plebiscito. Si como resultado del debate eso fue lo que se obtuvo, creo que abonará a favor de Sheinbaum.
Pero, ya veremos las mediciones.
Fuente: El Financiero