“No se ha modificado mucho.La censura a veces empresarial, a veces gubernamental,a veces es simulada, a veces es directa, abierta;hay que enfrentarla según el modo, según quien la ejerza.No hay un solo modo de enfrentarse a ella… salvo el ejercicio mismo de la libertad de expresión”. Miguel Ángel Granados Chapa 

Sin duda, en el México del siglo XXI se han superado en mucho los viejos estilos y formas de presionar a la prensa. Hoy se tienen libertades que difícilmente se sostenían hace un par de décadas. Una cada vez más larga de periódicos, noticieros, revistas, en el ámbito nacional y en las entidades federativas, ejercen, con todos sus riesgos, la libertad de expresión.

Sin embargo, la censura no se ha desterrado; en muchos casos sólo ha mutado a nuevas expresiones, refinado sus anteriores mecanismos o han surgido nuevas formas de presión contra el quehacer periodístico. Ahora, la violencia contra periodistas, la falta de pluralidad en medios electrónicos de comunicación y el uso discriminatorio y arbitrario de la publicidad gubernamental, son factores que atentan contra la libertad de expresión y el derecho a la información en México.

En Oaxaca se han mostrado claramente las distintas formas de censurar a la prensa e intentar acallar a los medios de comunicación. Desde la violencia que por parte de distintos actores de la política estatal y regional se ha ejercido contra los periodistas y cuyo recuento hemos abordado en otra entrega en Enmarcha.

Por el tema que ahora nos ocupa, retomaremos el de la relación prensa – gobierno y el pago de publicidad oficial. En el viejo sistema político, era claro que el poder gubernamental buscaba a toda costa la subordinación de la prensa; lo era también que se estableció una relación riesgosa de complicidad entre ambos. El dominio sobre la prensa era casi total; poco escapaba a la censura del poder gubernamental. Sin embargo, ejemplos claros de independencia periodística, desde la gran estatura ética de periodistas que siempre han existido, paulatinamente se fueron abriendo espacios. El Excélsior de Julio Scherer, que tras el embate gubernamental en su contra devino en la revista Proceso. El unomasuno en su primera época; la aparición de La Jornada, que se vinculara a las causas de izquierda; Reforma que desafía los intentos por frenar su circulación; en estos y otros mas, se gestó un periodismo crítico, valiente y reflexivo.

En Oaxaca, aún cuando también se han presentado ejemplos que empujan a esta apertura; particularmente en la década pasada, los excesos gubernamentales se centraron también contra la libertad de expresión, la cual como se hizo con otras garantías constitucionales, fue conculcada; mientras los gobernadores crearon sus propios medios y atacaron a otros más. El caso emblemático es la agresión al diario Noticias; pero antes y después ha existido una agresión constante contra comunicadores que convirtieron a la entidad en una de las más riesgosas para el ejercicio del periodismo.

Si con el muratismo se revivió el “no me pago para que me pegues” y la publicidad oficial se otorgaba a quienes se convertían en voceros oficiosos del régimen, con el ulisismo la situación se tornó más crítica: había un desprecio franco por los medios de comunicación, la crítica poco importaba y el cinismo llevó a romper lazos con la prensa. En ambos casos, no sólo se negó pagos por publicidad gubernamental a quienes asumían posturas críticas, sino que se alentó el boicot de empresarios y ayuntamientos a la adquisición de espacios en medios críticos.

Fue claro el uso de los recursos públicos destinados a la compra de publicidad, como un mecanismo de premio o castigo, según la línea editorial de los medios: y eso es censura sin ambages. De ahí también la exigencia y necesidad de una relación transparente entre los medios y el gobierno; de una postura ética; de un uso regulado que eviten la discrecionalidad en la asignación de publicidad oficial.

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