La privacidad aduce al individuo en contraposición al Estado. Individuo y Estado son los dos grandes protagonistas de la política como nos puntualiza Savater en su ya clásico Política para Amador. El respeto a la privacidad de las personas por parte del Estado es una premisa de una Sociedad Decente como la denomina Avishai Margalit.

Por eso cuando la noticia brinca el charco, y nos llega presurosa, de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha emitido una sentencia a favor del llamado “derecho al olvido”, más allá de tuitear y retuitear la nota, con una tan palpable como inexplicable algarabía, nos debe generar un sinfín de dudas.

Sobre todo porque en el litigio europeo se encuentra una empresa a la que también de este lado estamos acostumbrados como es Google Inc. mediante su famoso motor de búsqueda.   Tan famoso que lo convertimos en verbo y para decir “buscar” en internet ya decimos “goglear”.

Entonces cabe preguntar qué ocurre cada que ocupamos google y qué tiene que ver esto con nuestra privacidad. Alguna vez un amigo experto en la materia me explicaba que Google llevaba un historial de las búsquedas que realizaba uno y así elaboraba un perfil de usuario que en un momento dado resultaba útil para los anunciantes. De eso y a medida que el tema de la protección de los datos personales se ha vuelto algo cada vez más común en los medios de comunicación he seguido lo que esa misma empresa u otras definen como su política de privacidad.

El mismo amigo me ilustraba en cuanto que había más motores de búsqueda y ponía como ejemplo DuckDuckGo. En su propia promoción, frente Google, el buscador afirma que la diferencia con este es que “Promueve tu privacidad para que busques libremente sin que nadie haga un seguimiento de tus hábitos de navegación o búsqueda.”

Independientemente de preferencias personales o de que esté uno más acostumbrado a lo inmediato, a lo que se nos ofrece primero, o de plano que nos dé flojera experimentar con alternativas; que la propia Google esté facilitando ya un formulario para que los europeos soliciten su “derecho al olvido” en internet debemos leerlo de este lado con el clásico refrán que aconseja “poner las propias barbas a remojar”.

¿Cuánta información (gráfica o documental) piensa uno que hay en internet, sobre uno mismo que puedo considerar violatoria de nuestra privacidad, incluso intimidad, que nos gustaría que fuera borrada? Pero ¿qué no en una buena proporción uno mismo la subió a la red o dio motivos para que se generara?

Se reseña en la cuarta de forros del libro de la argentina Paula Sibila, La intimidad como espectáculo (FCE, 2008), que se trata de analizar “las claves con que se presenta la exhibición de la intimidad en la escena contemporánea y los diversos modos que asume el yo de quienes deciden abandonar el anonimato para lanzarse al dominio del espacio público a través de blogs, fotologs, webcams y sitios como YouTube y FaceBook.”

Poco se ha entendido, supongo que en todo el mundo, en todas las culturas e incluso en todos los estratos sociales que internet, principalmente a partir de la llamada web 2.0, es decir la que convierte a la red en interactiva; es fundamentalmente un espacio público, en el que casi bajo su propio riesgo cada quien es responsable de exhibir cuestiones privadas, he insistimos, hasta íntimas.

Twitter y Facebook, parecen convertirse de repente, en ese “otro”, virtual al que antes que nadie le deseamos que tenga “un magnífico día”. Bueno, puede uno estar en la oficina, en el desayunador, en la escuela, en el transporte público, rodeado de personas de carne y hueso a los que puede uno saludar pero se inclina uno a escribir, vía Smartphone, tablet o computadora que está uno feliz o triste (con emoticones desde luego para ser más efusivos) para con ansias revisar casi segundo a segundo si alguno de nuestros “amigos” o followers ya nos dieron “like” o nos retuitearon por lo menos.

Pero haciendo a un lado las reflexiones más personales para dar paso al interés común o social, por lo menos en México, hay que insistir en que la gente sepa que tiene un derecho a la privacidad y que existen leyes, instituciones e incluso organizaciones sociales y académicas que trabajan todos los días la protección de sus datos personales.

Concluyamos recomendando sólo a manera de ejemplo el sitio web www.redlatam.org creado y promovido por la ONG Derechos Digitales, con información básica sobre lo que en Latinoamérica se está haciendo en este aspecto.

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