Jalisco cuenta con una nueva ley de la materia, la “Ley de transparencia y acceso a la información pública”, difundida en el Periódico Oficial del Estado el pasado 8 de agosto de 2013 y con entrada en vigor al día siguiente. Este nuevo cuerpo jurídico es el cuarto que tiene el Estado desde que en el país comenzaron a expedirse leyes sobre la materia. No  es mi intención hacer en este espacio, una crítica a la nueva ley ni a la reforma federal de su homóloga que está por suceder; numerosos estudiosos harán los análisis correspondientes.

Sin embargo, y con el riesgo de ser la aguafiestas, no dejo de lamentar que haya tantas reformas legislativas en las entidades federativas y que siempre sucedan en forma asíncrona al resto de cambios en las leyes vinculadas. Como ya lo ha señalado reiteradamente la Red por la Rendición de Cuentas en los últimos años, no puede haber un sistema coherente y eficaz si persiste la fragmentación, en este caso en su dimensión jurídica.

Varias dudas me surgen. La primera es sobre la coordinación entre los legisladores federales y estatales ¿acaso no se comunican? Deberían compartir, bien por entidad federativa, por comisiones a las que pertenecen o por partido político, una mínima comunicación sobre las agendas legislativas. Es decir, una reforma como la aprobada ya por la cámara de diputados a la ley federal debería tener una armonización con las leyes estatales que suelen, posteriormente seguir el “modelo” que desde San Lázaro se crea. Y entonces, aparece el fantasma teórico del federalismo, un tipo de gobierno y administración pública que no hacemos efectivo en México a pesar de ser una aspiración originaria de nuestra nación.

La siguiente interrogante que me asalta es sobre la calidad de las leyes. Aunque una norma jurídica debe atender a la necesidad social que se pretende regular, no encuentro ningún autor que recomiende leyes en mutación continua ni sistemas jurídicos que se consideren deseables que estén cambiando tantas veces sus ordenamientos. Pareciera que tomamos a la ligera el hacer leyes y que cumplimos el adagio parafraseado de la administración pública “siempre hay tiempo para reformar dos o más veces, pero nunca para legislar bien desde el inicio”.

Y si partiéramos del supuesto de que todas las reformas son necesarias también habría que aceptar entonces que la realidad, en este caso, la información pública está cambiando con mucha frecuencia. Este argumento es falaz ya que al examinar las reformas que continuamente se proponen o aprueban queda demostrada la resistencia que los entes públicos han mostrado respecto del carácter público de la información que generan. Las numerosas reformas subnacionales tienen como objetivos primeramente, ampliar el universo de sujetos obligados o modificar procedimientos y en otro gran grupo, reconfigurar a los órganos garantes del derecho de acceso a la información, en este caso se evidencia el control que se quiere hacer de ellos, a través del diseño jurídico-institucional.

Si realmente hubiera la voluntad política y legislativa de tener un gobierno abierto, transparente en su información, bastaría con establecer una autonomía sin adjetivos para los órganos garantes y por otro lado, ratificar los principios rectores constitucionales y considerarlos una fuente de derecho en lugar de hacer preceptos que pueden enlistar literalmente, cientos de tipos de información y dejando así, fuera a alguna otra. Desearía que fuera exageración pero es verdad: a la fracción V del primer numeral del artículo 8 de la actual ley jalisciense, se le acabó el abecedario… llega al inciso z). Esta fracción versa sobre la muy importante “información financiera, patrimonial y administrativa” de los sujetos obligados. Y pequeño olvido, permaneció ausente de la lista de esa fracción y de la correspondiente a la “fiscalización superior” los Informes Finales de Resultados de las Revisiones a la Cuentas Públicas.

Se me vienen a la mente por último, las clases de sociología jurídica y los estudios de técnica legislativa y comparo este asunto de legislar la transparencia con el estilo actual de nuestras viviendas que en lugar de tener las antiguas ventanas grandes y al exterior, ahora son  condominios horizontales o verticales cerrados, con vigilantes que nos retienen nuestras identificaciones, casas que entre más ocultas y anónimas, mejor.