La esperanza que teníamos de convencer a los partidos a abrirse, a cambiar, a través de la fuerza de los ciudadanos, no era muy alta por su reticencia histórica.

Hasta hace apenas unas semanas, parecía imposible que los partidos políticos de oposición se abrieran a realizar elecciones primarias para la selección de la candidata o candidato presidencial. Dada la historia de décadas del PAN, del PRI y del PRD, parecía imposible que aceptaran cambiar sus usos y costumbres añejas y anticuadas. Tuvieron que salir a las calles cientos de miles de ciudadanos para defender al INE y mostrar a los partidos, no una sino varias veces, la fuerza de los ciudadanos si existe una causa noble y reconocible. Esas manifestaciones multitudinarias en todo el país y en decenas de ciudades del mundo cimbraron a la clase política y les recordaron que los partidos son de la gente y no deben ser patrimonio de sus líderes alejados de la sociedad. La esperanza que teníamos de convencer a los partidos a abrirse, a cambiar, a través de la fuerza de los ciudadanos, no era muy alta por su reticencia histórica a incorporar a mujeres y hombres apartidistas a los procesos electorales, salvo cuando ello se alinea con sus propios intereses de grupo y no por el interés del país o del estado en cuestión. Esa ha sido la experiencia casi generalizada.

Las marchas no han sido las únicas que han convencido a los partidos a abrirse y renunciar, al menos en parte, a su poder monopólico en los procesos electorales en nuestro país. Un grupo de personas y organizaciones civiles han trabajado en la conformación de una comisión electoral ciudadana, y de proponer diversos métodos para seleccionar a los mejores perfiles para esa batalla que se viene y que se antoja muy complicada. Esta fue, y sigue siendo, una tarea muy compleja que debe incrustarse de principios democráticos básicos, y de apertura a negociar con los líderes de los partidos de oposición, así no nos gusten a muchos. Esa tarea tampoco ha sido fácil, y ha requerido de cualidades de negociación importantes que, me parece, debemos reconocer en lo que valen y en lo que han logrado (hasta ahora).

He leído muchos comentarios positivos y otros no tanto sobre el método de selección anunciado por los partidos el lunes pasado. En mi opinión, se trata de un logro significativo para los ciudadanos que puede y debe ser el inicio de la transformación de los partidos políticos en México que tanto lo necesitan. Los partidos, como sabemos, carecen de la confianza ciudadana y se les ve, más bien, como un mal necesario para los cuales no hay un sustituto adecuado ni posible, y de ello deriva una buena parte del desinterés y frustración por la participación en la vida pública. Por eso me parece que tener una comisión “electoral” presidida y de mayoría ciudadana es ya un adelanto importante. Seguramente el método de selección específico podría ser mejor, pero el que se nos presentó tiene características que vale la pena resaltar. Primero, hay apertura a que personas interesadas se puedan inscribir para competir; segundo, hay apertura para que cualquier ciudadano pueda incidir en la decisión de a quién elegir; tercero, se tendrá oportunidad de escuchar a las personas que se perfilen más claramente como posibles finalistas y, cuarto, se usarán tanto los métodos directos de selección final por parte de las personas interesadas que siguen el proceso, así como por el sentir general de la población a través de encuestas. El que haya 7 ciudadanos y 6 representantes de los partidos en la Comisión de Selección le agrega credibilidad al proceso. Haberlo hecho con mayoría de los partidos hubiera sido un anuncio de fracaso. Ojalá esta práctica se extienda a candidaturas al Legislativo federal y también a nivel estatal.

Sí, es probable que el método de selección podría ser más depurado y que agradara a más gente, aunque nunca a todos. Pero lo que tenemos hoy es mucho, muchísimo mejor de lo que apenas visualizábamos hace apenas unos días. Además, con nombres de personas atractivas que ya han saltado a la palestra pública se hace evidente que existen, y que pueden llegar a competir, personas idóneas y prometedoras que representen mejor a la ciudadanía, y que con ellas nos identifiquemos más para dar una lucha que ya se ve será encarnizada, para defender nuestras libertades y nuestra democracia.

Y entonces sí, el proceso habrá valido la pena y será un paso más, muy importante, en la defensa de nuestro país. Pero éste sólo rendirá frutos si participamos muchos y no dejamos que la decisión la tome una sola persona que, además, le ha hecho tanto daño a México.

Fuente: El financiero