No es normal lo que está ocurriendo. No es normal y no nos podemos acostumbrar a esa vida en México. Por más que ocurra, por más que se intente normalizar, no podemos acostumbrarnos ni caer en otra “normalidad” que dista de ser humana, democrática, aceptable. No nos podemos acostumbrar a:

· Que la violencia por razones de género en todas sus formas sea común y cotidiano en nuestra sociedad.

· Que sigan asesinándose más de ocho mujeres diariamente por razón de género y que entre dos y tres de ellas lo sean con crueldad extrema.

· Que el trato inequitativo a las mujeres siga siendo la constante en el trabajo, en el hogar, en la política, en el entretenimiento, en todos los ámbitos.

Y tampoco nos podemos acostumbrar a:

· Que el presidente ataque cotidianamente a los jueces por dictar sentencias contrarias a sus deseos, pero que se apegan a la ley y a la Constitución, y especialmente las ofensas a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia.

· Que la Secretaría de la Defensa Nacional, y por extensión el presidente de la República, realicen espionaje contra civiles activistas, periodistas y otros personajes, no para cuidar el país ni nuestra soberanía, sino para protegerse del escándalo de la opinión pública al haber cometido atrocidades.

· Que la corrupción rampante en los círculos cercanos al presidente en turno, especialmente López Obrador, Peña Nieto y Calderón ocurra con toda impunidad y en todo caso, los corruptos se lleven ante la justicia en el extranjero.

· Que el gobierno utilice los instrumentos del Estado para acumular poder y dañar nuestra democracia.

· Que el propio gobierno destruya el patrimonio natural del país como en la península de Yucatán, o en Dos Bocas, Tabasco, con afán de construir proyectos de cuestionable rentabilidad económica y social, contraviniendo la decisión de jueces y a la vista de todos nosotros.

· Que el Estado mexicano renuncie cada vez más al control de su territorio y a ceder soberanía a grupos criminales.

· Que las Fuerzas Armadas controlen las funciones estratégicas del Estado, como son la seguridad pública, el tránsito interno de personas y mercancías, los cielos para actividades civiles, las finanzas del ISSSTE y un largo etcétera.

· Que México sea el país más peligroso para realizar actividades de periodismo y activismo por los derechos humanos en países que no se encuentran en guerra.

· Que sólo sean llevados a juicio a una mínima fracción de los delitos perpetrados en el país, con el consecuente aumento en la impunidad.

· Que se desperdicien recursos económicos sin recato ni rendición de cuentas como la cancelación del NAIM, la desaparición de los fideicomisos, la fallida transformación del sistema de salud, obras faraónicas con baja rentabilidad social y económica.

· Que haya desabasto permanente de medicamentos, desde las vacunas hasta los requeridos para el tratamiento de cáncer y otras enfermedades crónicas.

· Que hayan muerto más de 750 mil mexicanos en los últimos años por encima del promedio de los últimos cuatro años.

· Que el gobierno elimine la edición de libros para utilizarse en las escuelas que provengan de autores y editoriales que, cumpliendo con los objetivos educativos, presenten diversos puntos de vista.

· Que el gobierno ataque a científicos, a instituciones académicas y científicas, y a la ciencia misma con el argumento de que son “neoliberales”. Término que él mismo y sus seguidores no han comprendido.

· Que los partidos políticos no incorporen a la ciudadanía y fallen en su labor primordial de ser órganos públicos que canalizan las demandas ciudadanas en opciones políticas.

· Que el transporte a nuestros lugares de trabajo sea el lapso de tiempo en el que corremos más riesgo y peligro de ser asaltados.

· Que la polarización haya dividido familias, desbaratado vínculos afectivos y de amistad, que impida convivir con quienes antes podíamos hacerlo sin temor a confrontarse.

Y así podemos seguir la lista. Es larga y penosa. No es normal que estas terribles situaciones y muchas otras estén ocurriendo en nuestro país, entre nosotros, y que pareciera que esa es la nueva manera de convivir, de vivir en nuestro país. No, no es normal. ¿Dónde quedó la civilidad, el respeto por la ley, por las normas y por los demás? ¿En dónde quedó la tolerancia a lo diferente, a quienes piensan de manera distinta a mí? ¿Cómo podemos vivir en paz si no nos respetamos entre nosotros, ni respetamos las normas que nos hemos dado precisamente para convivir en paz y dirimir los conflictos pacíficamente?

No es normal lo que está ocurriendo y México, tal y como está, duele y duele mucho.

Fuente: El Financiero