Proponer que se cobren impuestos no es popular. Sobre todo si tenemos pobres mecanismos de rendición de cuentas sobre los recursos que salen de nuestro bolsillo para depositarse en las cuentas de la Tesorería de la Federación o las de otros ámbitos de gobierno. Es decir, son tan débiles esos mecanismos que al pagar una contribución, no tenemos garantía de que ese dinero regresará a nosotros en la forma de un servicio o bien público de calidad.

Sabemos que en el proceso de ejecución del gasto hay tantas fugas como políticas públicas mal diseñadas, proyectos de inversión infructuosos o corrupción. Estas fallas hacen que el proceso de ingreso-gasto sea fallido en el país y por eso nos resistimos a pagar impuestos. Se imponen por medios de coerción, porque no tenemos incentivos para colaborar voluntariamente. Esa conexión, que es parte del contrato social básico, está rota en el país.

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