Los primeros atisbos de una crisis gubernamental se asoman frente al primer año de la administración del presidente López Obrador, cuya desolación y quebranto se maquillan con los resabios del pasado y el demérito de una oposición partidista aletargada y derrotada.

Los múltiples eufemismos que se decretan desde la retórica del gobierno, son estrategias para disimular los magros resultados de un primer año gubernamental, pletórico de desaciertos y contradicciones jurídico-políticas, que entrañan una verdad contundente: el populismo no es la solución a los problemas del Estado, sino la raíz de los mismos.

El informe de las actividades, a un año de iniciado el gobierno, fue un mensaje político para coartar cualquier crítica de la oposición y de la sociedad civil. Fue un diálogo de sordos, al que nos hemos ido acostumbrando, donde la mafia del poder sigue siendo el fantasma de los resabios del pasado, que impide –eso dicen en el discurso-, concretar las tareas fundamentales de reestructuración política, económica y social que exige la Nación.

En la memoria histórica, el mensaje político presidencial oscila entre la fábula que alecciona al estilo de Pedro y el Lobo, hasta la catástrofe de los enemigos de ultramar, que desde sus escaños políticos y financieros pretenden apoderarse de las riquezas del país y despojar a los mexicanos de su legitima potestad, ello en un discurso amenizado por los dichos y retóricas, que han perdido gracia, peso y sustento ante una realidad que amenaza hacer de la 4T, un gobierno desastroso.

En este trazo político, el velo de la legitimidad y el peso del control legislativo se erigen como las variables que manipulan las estelas de reclamos y convulsión social, que con un discurso populista, justifican una y otra vez la falta de resultados de la gestión pública; el incumplimiento de las promesas de campaña; y la erosión política y económica que evidencia un retroceso social y no la regeneración nacional. Así lo expresaron las demandas de la marcha del pasado 1 de diciembre: “Regresión no es transformación”, “México tiene otros datos” y “Queremos soluciones, no simulaciones”

Llegó a su fin la luna de miel en la República Amorosa. Las agruras del novio y su displicencia, han hecho que la novia vea salir el amor por la ventana frente a la nula provisión económica, que estrangula el estómago con una austeridad que causa el incumplimiento de las promesas de amor y la inseguridad del porvenir.

Este regresionismo populista sólo tienen una explicación posible: la nula planeación del Estado, la improvisación, y las ocurrencias voluntaristas que intentan sustituir los avances programáticos y la inteligencia institucional, que como condiciones obscuras, predisponen a la transformación prometida al limbo del absurdo político.

Esta improvisación ha provocado la nulidad económica, que languidece frente a los gobiernos del pasado, donde el crecimiento era discreto pero había crecimiento y los recortes presupuestales no eran para hacer una alcancía discrecional proclive a un asistencialismo electoral.

Con este déficit programático, propiciatorio de la opacidad, ¿Hacia dónde va el país con la 4T?

El objetivo es claro: construir una quimera para la captura política del Estado, convirtiendo la realidad en una fantasía que disfraza y simula atacar los vaivenes y problemas, para proclamar que vamos muy bien y estamos felices, felices, felices.

En este propósito, estorban los opositores. Por eso la frase “la oposición está moralmente derrotada”, que entraña una visión parcial, porque está referida sólo a la oposición política partidista, y marrullera, porque en el fondo esconde la ambición de no tener contrapesos, ni interlocutores que le cuestionen. Empero, la 4T comete el error de ignorar a la sociedad civil, que está mostrando ser una verdadera oposición y al no tener cola que le pisen, se convierte en un contrapeso real.

La soberbia, la miopía y el verticalismo presidencial no reconocieron a tiempo el verdadero contrapeso político y el poder orgánico de la sociedad civil, que hoy ha tomado la calle para manifestarse en contra autoritarismo populista y los signos antidemocráticos en el Poder Legislativo.

Sin duda, la aprobación del presidente en las encuestas, marca una realidad que oscila entre la quimera y la esperanza social. La credibilidad de las acciones del gobierno contrasta con el demoledor decrecimiento económico; la nulidad de oportunidades financieras; el aumento de la inseguridad y la mítica presencia de la Guardia Nacional; la precariedad presupuestal del sector salud; el uso maniqueo del Poder Ejecutivo sobre la CNDH; y la carencia de proyectos productivos y de inversión; elementos que ya perfilan una crisis de magnitudes insospechadas, ante la frustración de sectores sociales que cuestionan la realidad virtual que vive el presidente respecto al pueblo.

Este gobierno es un gigante con pies de barro. Para perpetuarse en el poder, construye enemigos imaginarios en contra de la sociedad civil, que con razón, ante la falta de resultados de la tarea gubernamental y la incapacidad de tener respuestas a sus demandas más sentidas, reclama su Derecho Humano a un Buen Gobierno.

Sin embargo, lo más preocupante es la tendencia creciente a la polarización política, que enseña que no se puede aletargar ni maniatar para siempre al pueblo, ni a las fuerzas políticas, frente a la crisis orgánica que vive el Estado, so pena de arrastrar a los ciudadanos hacia un conflicto que puede sobrepasar las vías electorales, como lo denota el malestar del ejército.

En este primer año gubernamental, la crisis estructural por la que atraviesa la oposición política partidista, es la que ha convertido al presidente en el Mesías que habrá de salvar al país, sólo que algo es contundente en esta metáfora: quien no conoce a Dios a cualquier santo le reza.

Con pinzas y dificultades políticas concluye el primer examen de gobierno, que a diferencia de la aprobación del presidente, el gobierno está al garete, carente de resultados y rotundamente reprobado. Empero, el despertar de la sociedad civil, hacen pensar que el país tiene un futuro posible, cuya conciencia, organización e información, sobrepasa la retórica populista del Estado.

Agenda

  • Antes de ofrecer demagógicamente transformar la vida pública del país, la 4T debería ser capaz de proteger las vidas de los ciudadanos, resolviendo primero el problema de la violencia y la inseguridad, como la principal tarea del Estado. El 1 de diciembre pasado fue el día más violento en la historia nacional desde 1997. Se cometieron 127 asesinatos, que es la cifra más alta de los últimos 22 años.

Por: Esteban Ángeles

Fuente: Perspectiva

Twitter: @Esteban_Angeles        

Facebook: http://facebook.com/estebanangelesc

Blog: http://bit.ly/2pTqHZU