Al finalizar el debate presidencial de la semana pasada varios analistas políticos dieron el triunfo a la candidata del oficialismo, el motivo de su decisión era la capacidad que había mostrado Claudia para evadir cuestionamientos y mentir en sus respuestas sin que le temblara la voz. Es decir, ganó para la opinión política mexicana quien mintió mejor.

¡Qué triste pueblo somos si lo que estamos buscando es quien nos mienta más bonito, quien evada responsabilidades de manera más contundente y pueda mantenernos en un engaño que nos resulte conveniente mientras reparte dinero entre la sociedad!

Conforme fue avanzando la semana, las redes sociales se fueron encargando de poner en evidencia las mentiras que habían sido expuestas la noche del domingo; y no, no bajaron los feminicidios como lo dijo Claudia, ni se erradicó la impunidad de la Ciudad de México, muy lejos estamos de tener un buen sistema de salud. Tampoco es cierta la cifra de niños que no saben leer que dijo Xóchitl y creo que la sonrisa de Máynez era de las cosas menos reales del debate.

Sí era cierta la participación de la familia de Claudia en los paraísos fiscales evadiendo impuestos, lo cual generó en la semana un espacio de arenas movedizas, donde entre más explicaciones se daban más se hundía la versión humilde y honesta de la candidata, que pasó de un “- No es verdad, Xóchitl es una mentirosa”, para luego decir que, sí era cierto, pero solo era poquito dinero y de su abuelita.

La casa propia y el departamento rentado ocasionó también un nuevo debate en redes sociales donde no queda muy claro si se debe sentir vergüenza por tener o no tener casa propia. Deberíamos tener un país donde todos pudiéramos tener una casa adecuada para vivir, con todos los servicios. Las preguntas más duras y reveladoras de los problemas del país no vinieron de ningún candidato, fueron los ciudadanos quienes las formularon y con ellas dejaron de manifiesto la inseguridad, la falta de salud, de educación y los altos niveles de corrupción. Las preguntas externaban estas serias inquietudes por parte de los ciudadanos de toda la República. Ahí la alternativa de respuesta era dual para los candidatos, o arrancaban dando por cierta la premisa de la cual partía la pregunta o empezaban desmintiendo el planteamiento de los ciudadanos. Al presidente le hubiera gustado que su candidata defendiera que ya no hay corrupción, que todos somos felices, felices, felices y que la inseguridad es una exageración, y a ella a pesar de que miente muy bien no le alcanzó para tanto. La realidad de México y todas sus carencias se impusieron en el debate. Cuando el candidato más mentiroso es el que gana el debate, los que perdemos somos todos los ciudadanos. ¿Buscamos acaso un gobierno mentiroso y cínico? Esa es la pregunta que nosotros debemos respondernos como resultado de debate.

Fuente: Milenio