En México y en el mundo, el sector público debe ser un referente positivo para cualquier espacio laboral. Las instituciones públicas, así como las y los funcionarios que tenemos el privilegio de formar parte de ellas, son responsables de impulsar valores cívicos tales como la honestidad, el compromiso, la solidaridad y la justicia, todo con la finalidad de alcanzar sociedades más democráticas.
Al respecto, consolidar la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres también es nuestro deber; sin embargo, en México aún estamos lejos de lograrlo. Desde 2021 a la fecha, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha analizado la desigualdad de género en la Administración Pública Federal y los resultados son contundentes: las brechas de género no se han logrado erradicar.
Si bien en secretarías de Estado sí se cumple con la paridad de género, es decir, hay un 50% de hombres y un 50% de mujeres que se desempeñan como titulares de una de las 16 secretarías federales, este panorama cambia conforme observamos puestos de rango inferior; hay 47% de mujeres cuyo nivel jerárquico es de “enlace”, 45% que ejercen un mando medio, y solo el 33% cuenta con un cargo de mando superior (como subsecretarías, direcciones generales o jefaturas de unidad).
Aunque la paridad de género es un horizonte hacia el cual debemos caminar que no siempre puede ser completamente garantizable en las instituciones por diversas cuestiones, lo fundamental del estudio es que muestra cómo la participación de las mujeres en puestos de mando superior no ha presentado un cambio significativo en los últimos tres años; por ejemplo, entre 2022 y 2023 solo 18 mujeres se sumaron a un puesto de este tipo. Asimismo, a menor participación femenina en puestos de más alta jerarquía, menores ingresos para ellas en comparación con los hombres (en un 11% para ser exactos).
De acuerdo con investigaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), retomadas por el propio IMCO, que las mujeres ocupen puestos de liderazgo en la administración pública muestra que existe una correlación positiva con un mayor crecimiento económico, igualdad de género y un mayor gasto social en ámbitos como salud, educación y protección del medio ambiente.
De continuar por este rumbo, estamos desaprovechando talento que puede contribuir a que México esté más cerca de los objetivos planteados en la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible.
A lo largo de mis 35 años como servidora pública, he tenido la oportunidad de impulsar a otras mujeres para que ocupen puestos de alta dirección. Actualmente, la Jefatura de la Ponencia a mi cargo en el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) lo ocupa una mujer, al igual que la Secretaría Particular y la Secretaría de Acuerdos y Ponencia de Datos Personales, tres de los cuatro cargos de mayor jerarquía dentro de la Ponencia.
Creo firmemente que parte del camino para seguir rompiendo techos de cristal es convertir ese impulso en política pública. Promover a mujeres capaces es muestra de la sororidad que debemos tenernos, pues considerarnos como aliadas –nunca como competidoras– nos permitirá seguir ganando terreno rumbo a un México más justo e igualitario para todas y todos.
Fuente: El Sol del Centro