La semana pasada la noticia, aunque no tanto como new, o novedad, fue lo que cabeceó El Universal así: “Empeora calificación de México en Índice de Percepción de la Corrupción”.

Mi amigo Gonzalo Pérez, un magnífico fotógrafo, por ejemplo, ha puesto un comentario en el post que hago de esa nota periodística, en el feis, diciendo palabras más, palabras menos que lo raro es que no se diga que somos el país más corrupto del mundo.

Lo que me lleva a pensar en una pregunta que hace años, en 2011, un funcionario del gobierno de Tlaxcala, me hacía, siendo yo Comisionado del órgano garante de la transparencia en esta entidad.  Me preguntaba porqué hablábamos de que éramos un país muy avanzado en esta materia y la corrupción iba en aumento.

Y en efecto, apenas en octubre de 2016, el Centre for Law and Democracy ha dicho que México ocupa el primer lugar en el Global Right to Informatión Rating (Clasificación Global del Derecho a la Información) que evalúa las leyes en la materia.  Entonces en 2011 apenas alcanzaba a explicarme, a mí mismo, siguiendo a muchos que así lo planteaban, que la transparencia sería o es un arma para combatir la corrupción.

Pero se decía o se dice todavía, desde todos los ámbitos, centralmente el político partidista, como parte de un discurso de supuesta lucha institucional contra la corrupción, sin reparar en qué entendemos, antes que nada, con este término.

Por eso es que recordaba que en la página de Transparency International. The global coalition againts corruption, hay una definición que considero hay que desmenuzar para entender su reporte más reciente de percepción de la corrupción, en el caso de nuestro país.

¿Qué es la corrupción? Se pregunta en su front page y se responde: “En términos generales, “el abuso del poder confiado en beneficio privado”.  La corrupción puede clasificarse como grande, insignificante y política, según la cantidad de dinero perdido y el sector donde ocurre.”  (cursivas y negritas mías).

Mi hipótesis es que se ha incrementado entre los mexicanos la percepción de la corrupción en grande y la política. Veamos.

Dice Transparencia Internacional (TI) que “La gran corrupción consiste en actos cometidos en un alto nivel de gobierno que distorsiona las políticas o el funcionamiento central del estado, permitiendo a los líderes beneficiarse a expensas del bien público.”

Independientemente de lo que pudieran decir investigaciones oficiales, lo que la prensa ha descubierto y se ha autodivulgado vía las llamadas redes sociales, influye.  Sólo enumeremos los casos de la gran corrupción en México más recientes y escandalosas: La Casa Blanca de Peña, la Casa de Malinalco de Videgaray, los sobornos de la firma brasileña Odebrecht a Emilio Lozoya en PEMEX, la llamada Gran Estafa, los desvíos de recursos públicos del gobierno federal vía gobiernos estatales como el de Duarte en Chihuahua y lo más reciente, el desvió de recursos de Sedesol y Sedatu, bajo la dirección de Rosario Robles, utilizando universidades públicas y empresas fantasmas.  No son todas y tampoco profundizamos en ellas.  Pero mucha gente se ha enterado de esta gran corrupción, como lo define TI.

Pero también ha influido lo que llama “corrupción política” que define así: “… es una manipulación de las políticas, las instituciones y las reglas de procedimiento en la asignación de recursos y la financiación por parte de los responsables de la toma de decisiones políticas, quienes abusan de su posición para mantener su poder, estatus y riqueza.”  Entonces a los casos anteriores habría que sumar una infinidad más, que involucra a políticos de profesión de los más diversos orígenes partidistas, empezando por los aspirantes presidenciales, Meade del PRI y Anaya del PAN-PRD.  Parece que al único que no le encuentran nada al respecto es López.

Que México pase del lugar 129 al 135, entre 180 países como digo al principio, no es novedad, sobre todo si recordamos que un año antes su descenso había sido de 28 posiciones.  Es decir que del lugar 95 en el que se encontraba en 2015 ahora estamos en el 135.

Seguro que hace falta poner un alto a esto y la forma en que votemos el 1 de julio contará mucho.  El tema será el centro del debate de las campañas electorales y los escándalos de corrupción seguirán alimentando el hartazgo de los ciudadanos, el cual seguro López pareciera tenerlo a su favor, pero sobre todo Meade, querrá llevarlo al desencanto y la abstención o el voto nulo.

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