La reforma educativa está construyendo los cimientos de un edificio muy extraño dentro de nuestro paisaje institucional: una meritocracia. El sistema político mexicano ha incubado ineptocracias, cuatecracias y cleptocracias. Sin embargo, la autoridad legitimada por el mérito es una rareza de nuestra zoología organizacional. Como sostiene Pedro Gerson del IMCO: “Un sistema meritocrático es aquel que permite que los mejores candidatos sean los que obtengan las plazas y/o las promociones. Para empezar, que en la contratación de servidores públicos no haya lugar para compadrazgos, amiguismos o favores”.

La evaluación de los maestros dignifica su profesión por la vía del mérito. Si la reforma educativa se consolida, con el paso de los años será posible vislumbrar un futuro donde los maestros de primaria le preguntarán a las burocracias de la Federación, los estados y los ayuntamientos: ¿Y ustedes cuándo se van a evaluar? ¿Qué compadre les consiguió la chamba?

A fines de este mes, el doctor Eduardo Sojo dejará la presidencia del Consejo del INEGI, una de nuestras islas de excelencia construidas sobre los cimientos de la aptitud y la capacidad profesional. En los ocho años del doctor Sojo al frente de la institución, más de mil plazas internas se sometieron a concurso de oposición. En ese periodo, el INEGI vivió su primera etapa como un órgano autónomo de los poderes, las ambiciones sexenales y los ciclos electorales. Al ver las críticas del jefe del SAT, sobre las mediciones del PIB que hace el INEGI, debemos de valorar y defender la autonomía del órgano encargado de las estadísticas oficiales.

El presidente Peña Nieto ha propuesto al Senado la candidatura del doctor Julio Santaella como integrante de la Junta de Gobierno del INEGI. Con alta probabilidad, Santaella sería sucesor del doctor Sojo, también por decisión del Ejecutivo federal. Si de verdad se quisiera blindar la autonomía del organismo, lo ideal sería modificar el Artículo 67 de la Ley del Sistema Nacional de Información Estadística para que la presidencia del INEGI resultara de una votación en el Senado o una decisión interna de los cinco integrantes de su propia Junta de Gobierno.

Las credenciales técnicas de Santaella son muy sólidas, pero su carrera pública no aporta señales sobre su capacidad para aguantar las presiones que podrían venir en el actual o el próximo sexenio. En perjuicio del doctor Santaella está el hecho de que su postulación viene del mismo Presidente que nombró a un probable delincuente como subsecretario de Gobernación, a un pillo consumado como cónsul en Barcelona y al encubridor de Tlatlaya como integrante de una terna para la Suprema Corte. Las designaciones por mérito que la SEP exige a los maestros no las aplica Peña Nieto para la selección de varios de sus colaboradores. Pocas veces en la historia moderna de México un Presidente ha devaluado tanto su mandato por las controversias derivadas de sus nombramientos y ratificaciones.

Un punto a favor del doctor Santaella es que proviene de otra de las excepcionales meritocracias de nuestro país: el Banco de México. De cualquier manera, el sucesor del doctor Sojo tendrá unos zapatos muy grandes que llenar. El primer presidente del INEGI autónomo deja su encargo público con una reputación de honestidad y el pleno respeto de colegas y ciudadanos.

México necesita arquitectos de meritocracias. De acuerdo a la Auditoría Superior de la Federación, en 2012, sólo el 6% de las plazas adscritas a nivel federal operan bajo la estructura del servicio civil de carrera. La meritocracia es uno de los mejores antídotos contra la corrupción. Nuestros liderazgos políticos valoran la lealtad y el compadrismo sobre la probidad y la aptitud. Eso explica el México que tenemos y la realidad que debemos transformar.

@jepardinas

Fuente: Reforma