Esta ceremonia del Grito de Independencia de México estuvo llena de simbolismos que nos hablan más que mil discursos.

Empezamos por la no invitación a las representantes de los poderes legislativo y judicial a participar en el evento en Palacio Nacional. Esta no fue una fiesta del Estado Mexicano sino exclusivamente del Poder Ejecutivo, quien como si se tratara de su evento privado se reservó el derecho de admisión. Hacerles el feo a las presidentas del congreso y de la corte no es un tema personal se extiende a lo que representan.

Para nadie es noticia novedosa que el presidente de México no quiere a la Corte, ha pasado horas y horas en las mañaneras amenazando ministros, insultándolos, quejándose de su poca lealtad hacia él. No le gusta la Ley ni que le apliquen la Constitución, odia cualquier cosa que le haga contrapeso porque quisiera tener un poder absoluto. La no sumisión de la ministra Piña y el compromiso de la mayoría de los ministros con defender la Constitución obviamente les ha costado la enemistad del presidente.

El partido oficial tiene la mayoría del congreso y se ha valido de eso para pasar muchas leyes contrarias a la Constitución, recordamos claramente el mando militar de la guardia civil, el plan B electoral y aquel viernes negro cuando en medio del concierto de Rosalía, en una sede alterna el Senado aprobó sin debido proceso legislativo un paquete de atrocidades.

El gobierno actual ha fragmentado a México de todas las formas posibles se ha empeñado en establecer la odiosa clasificación de fifís y chairos, ha retomado los bandos del siglo XIX hablando de conservadores y liberales, entre su mismo partido consideran diferente a un muchacho de la sierra que a una señora de las Lomas, es decir: dividir, dividir es la estrategia. “Divide y vencerás” (Divide et impera) así Julio Cesar vencía a sus enemigos. Una fragmentación más a la lista es ahora la manifiesta enemistad entre los poderes de la Unión.

“No nos llevamos bien” dijo el presidente justificando la falta de invitación, pero no estaba organizando su fiesta de cumpleaños, es un evento de representación del Estado Mexicano integrado por tres poderes y su exclusión habla de la idea de Nación que tiene en su cabeza, donde el estado es él, donde le estorban las instituciones, la ley y cualquier tipo de contrapeso u opinión diversa. En forma simultánea vimos marchar, estos sí como invitados que, si se llevan bien, a los contingentes de los ejércitos ruso, cubano y nicaragüense en el desfile militar del día 16 de septiembre. El mensaje es claro, el presidente se declara su amistad y su admiración a los gobiernos de Rusia, Cuba y Nicaragua, regímenes autoritarios, antidemocráticos, donde quienes piensan diferente mueren o están en la cárcel, el pueblo es sólo reflejo del líder, mesías infalible, y al mismo tiempo reitera su enemistad con los poderes judicialy legislativo, quienes hasta el día de hoy le han impedido que México sea como sus admirados amigos.

Fuente: Milenio