Por: Sergio González
En la arquitectura institucional estatal de la rendición de cuentas, las entidades de fiscalización superior (EFS) son ejes fundamentales de la aceptación y reconocimiento social del sistema político. En su ensayo clásico “Pilares de la Integridad: la importancia de las Auditorías Superiores”, sus autores Dye (ex auditor general de Canadá) y Stapehurst así las calificaron. En el texto, alegaron que la gobernanza, definida por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, es el ejercicio de la autoridad económica, política y administrativa para gestionar los asuntos de un país en todos los niveles y que comprende los mecanismos, procesos e instituciones a través de los cuales los ciudadanos y grupos articulan sus intereses, ejercen sus derechos, cumplen sus obligaciones y median sus diferencias. Encuadra al Estado pero lo trasciende al incluir al sector privado y a la sociedad civil organizada. Una de las notas distintivas de la gobernanza es la rendición de cuentas oportuna, completa, transparente, profesional.
La gobernanza se reblandece en sus cimientos con la corrupción, pues afirman, “libera” al funcionario de “comparecer” ante la sociedad y darle cuentas de su trabajo. En este contexto, señalan que las EFS están llamadas a ser herramientas importantes en la promoción de la transparencia y la rendición de cuentas en el combate a la opacidad y la corrupción.
Inclusive proponen una fórmula para explicar la corrupción:
C = M + D – A,T
en donde C es la corrupción, M es monopolio de poder, D es discrecionalidad, A es Rendición de Cuentas (Accountability) y T es Transparencia. Es decir, la dimensión de la corrupción depende del tamaño del monopolio del poder y la discrecionalidad del funcionario en cuestión y solo puede reducirse en la medida en la que crezcan la Rendición de Cuentas y la Transparencia.
Lo más interesante del texto, empero, es el concepto de Sistema de Integridad Nacional (sobre el que habrá que volver) que retoman de Ibrahim Seushi, Presidente entonces de Transparencia Internacional Tanzania, y que describen como un conjunto de 8 “pilares” que se implican y referencian entre sí y que sostienen la salud ética de una nación: voluntad política, reforma administrativa, Congreso, sociedad informada y activa, Poder Judicial, Medios de Comunicación, Sector Privado y Agencias de Vigilancia (Ombudsman y Auditorías Superiores). Cuando uno de estos pilares falla o cae, la carga se multiplica para el resto, con las consecuencias estructurales esperadas.
Como alegan recientemente Francis Fukuyama y Daron Acemoglu / James Robinson en sus trabajos sobre el origen del poder político y las razones de la falla de las naciones, respectivamente, el trabajo de las EFS, cuando son profesionales y autónomas, refuerza los otros dos pilares del sistema democrático moderno: la institución estatal por un lado y el estado de derechos bajo el imperio de la ley por el otro, pues brindan validación (o contradicción) imparcial y pericial a lo informado por el gobierno en sus reportes de ingresos, gasto y desempeño, revistiendo de una sólida legitimidad técnica y por lo tanto, hasta política del régimen entero.
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Fuente: La Crónica