Cómo fue posible que la derecha española, encarnada en el Partido Popular no sea gobierno en la inminente legislatura de aquel país? ¿Cómo es posible que teniendo la mayoría de votos y también la mayoría de los diputados no ponga ni proponga al próximo presidente español? ¿Cómo se explica que después de una derrota noqueante en las elecciones municipales de hace unos meses y luego de que todas las encuestas vaticinaban su desplome, la izquierda española encarnada en el Partido Socialista tenga hoy mayores posibilidades para conformar al gobierno? Me parece importante atender éstas preguntas no sólo por lo interesante del caso, sino porque parece irradiar buenas lecciones para otros contextos como el nuestro.
En primer lugar, hay que estar conscientes de que España se gobierna con un régimen parlamentario, lo que quiere decir que los votantes eligen a sus diputados y son éstos los que -mediante alianza parlamentaria- eligen a su vez al presidente del gobierno. De esta suerte, el Partido Popular obtuvo 136 escaños, lejos de los 176 que exige la Constitución para nombrar al mandatario. Hasta ahí las reglas del juego institucional, el resto es la política.
Resulta que el PP y su líder, Alberto Núñez Feijóo, ha radicalizado su discurso, sus iniciativas y sobre todo ha abrazado -ha hecho pactos y alianzas- para gobernar con la fuerza ultraderechista española: Vox, aún más radicalizada y socio explícito de las agrupaciones fascistoides de Europa. Tal y como mandan los manuales del populismo, la estrategia fue polarizar, acicatear a sus bases, exagerando los rasgos o los defectos de sus adversarios y esparciendo mentiras que hacen de su discurso algo muy “emocional”. Pero esto fue, precisamente, lo que despertó la inquietud, convocó y movilizó a los votantes centristas y de izquierda, la preocupación por un posible gobierno demasiado rijoso y demasiado inclinado a un instinto radicalmente conservador. O sea: el polarizador despertó a su contrario: los moderados.
Esto explica un fenómeno doble que fortaleció sobremanera al PSOE y a su aliado SUMAR. Por un lado, que un gran número de catalanes (una comunidad relevantísima) viraron y abandonaron a sus partidos independentistas (quienes obtuvieron el menor porcentaje de votos en este siglo) para mudarse a la izquierda, así sea provisionalmente; y por otro lado, que el resto de partidos de toda España haya reaccionado durante la campaña contra los discursos exaltados, polarizantes, a menudo inclinados al odio y la ruptura. Esto hizo que, salvo VOX y quizás los partidos canarios, ninguna otra formación política acepte investir a un personero de la derecha encendida, y correlativamente esas organizaciones sean más proclives a votar por la propuesta que presenta el moderado PSOE de Pedro Sánchez (véase el muy completo análisis de Jorge Resina, aquí https://bit.ly/3Ql1DJj).
Por eso, el PSOE obtuvo casi el mismo número de votos que el PP (siete millones 760 mil frente a ocho millones 91 mil votos) y superara el número de escaños que proyectaron todos los pronósticos (122).
Lo demás está por verse y es posible que el PSOE pase las de Caín para conformar gobierno. Sin embargo, queda claro que la polarización puede funcionar en contra de quien la emite y que a esa polarización caben respuestas no polarizadas sino racionales, explicadas y bien elaboradas. Lecciones de la moderación.
Fuente: Crónica