El reto principal para los políticos será hacer cosas diferentes que rompan las rutinas y que les permitan hacerse notar.

¿Ya se cansó de la política? Prepárese, ya “solo” nos faltan 311 días para las elecciones del próximo año.

Las reformas constitucionales y legales más recientes establecieron que las campañas electorales en México durarían 90 días.

Se querían dejar atrás los tiempos de campañas interminables que comenzaban tras los ‘destapes’ de los candidatos, y que usualmente duraban hasta las elecciones del primer domingo de julio.

Duraban algo así como nueve meses, aunque había otros más en los que también había movimientos al interior de los partidos.

Las campañas que hoy tenemos, aunque no se les denomine así, serán las más largas de la historia.

Desde la renuncia o licencia de los funcionarios que aspiran a la candidatura presidencial de Morena hasta el primer domingo de junio, habrán pasado más de once meses.

A ese lapso, súmele el periodo previo en el que diversos personajes comenzaron a moverse para promover sus candidaturas.

Los 90 días efectivos marcados por la ley serán simplemente el colofón de un periodo de más de ocho meses previos.

¿Qué efecto tendrá en la ciudadanía el que ahora tengamos estas campañas interminables?

Nos vamos a aburrir de política y elecciones.

Ya lo estamos viendo desde ahora. Tras cuatro semanas de “recorridos” en el país por parte de las llamadas corcholatas, la mayor parte de los actos masivos o con medios que organizan se han vuelto ya rutinarios.

Las imágenes de los aspirantes en un templete dando discursos encendidos se van a ir más y más a las páginas interiores de los diarios, pues serán lo mismo.

Los opositores que aún no han comenzado a levantar firmas también pueden convertirse en repeticiones unos de otros y solo van a notarse cuando haya debates, o cuando el presidente de la República los ‘promueva’, criticándolos en la conferencia mañanera.

Por cierto, pareciera que ya les hizo caso a algunos consejeros y ayer ya no se refirió a Xóchitl Gálvez, a quien llevaba criticando más de 10 días consecutivos de conferencias, con lo que le dio un fuerte empujón a su imagen.

El reto principal para los políticos será hacer cosas diferentes que rompan las rutinas y que permitan hacerse notar.

Uno de esos recursos son los debates.

¿Recuerda usted el debate entre Ernesto Zedillo, Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas en 1994? Mucha gente sí, porque marcó un hito.

En la competencia interna de Morena no habrá debates por más que Marcelo Ebrard los demande y propicie. Lo más a lo que llegarán será al intercambio indirecto en sus discursos.

En esa materia, los opositores les van a tomar ventaja a las corcholatas, pues a partir del 10 de agosto, sí habrá foros y discusiones entre los que sobrevivan hasta entonces, pues seguramente varios van a irse retirando en el camino.

Pero, no todo tiene que ser debate. Puede haber pronunciamientos disruptivos o hechos que rompan las rutinas.

Hasta ahora quien mejor parece haberlo entendido es Marcelo Ebrard, que parece ser el que ha tenido los discursos con más impacto. Pero, habrá que ver si eso le permite fortalecerse en las encuestas.

Lo que es un hecho es que, si no se rompen las rutinas, llegaremos al domingo 2 de junio del 2024 hastiados de la política y deseando que este periodo ya se acabe.

Ojalá que logremos mantener el interés, pues lo que estará en juego entonces es tan importante que sería lamentable que el aburrimiento y la inercia nos hicieran abstenernos o que decidiéramos sin pensar.

Fuente: El Financiero