La transformación de la Nación es un imperativo impostergable, pero no puede sustituirse la semántica de la acción democrática del pueblo por el pragmatismo como política de Estado, porque al pretender ganar una batalla a toda costa, se puede perder la guerra.

Toda sociedad compleja entraña gobiernos complejos, cuya primacía política debe trazar el rumbo, más allá de la demagogia, del gatopardismo y de escenarios proclives al desencuentro, ni someta al pueblo al fascismo o al populismo encarnizado.

Durante décadas hemos padecido la descomposición política de una democracia deficitaria, incompleta y quejumbrosa, que acompañada del anquilosamiento institucional, no ha logrado que la voz del ciudadano sea escuchada por el gobernante, y ha sustituido la sana relación entre la inteligencia institucional y la inteligencia social por la cruda verticalidad fronteriza entre gobernantes y gobernados.

Trascender en el ejercicio de gobierno, sólo es posible allí donde la política es la acción de una democracia inteligente, que se expresa en una ciudadana activa, donde los poderes públicos se armonizan para fortalecer la planeación democrática y dar cauce al juego de pesos y contrapesos, que permiten que el equilibrio público se traduzca en equilibrio social.

En este trazo reflexivo, la arquitectura política en nuestros días, y significativamente los cambios vertiginosos de la transformación que vivimos, invitan a precisar los alcances del devenir social y clarificar la prospectiva del proyecto nacional.

La primera visión al respecto debe ser derrotar el escenario apocalíptico del México bolivariano al estilo chavista. Venezuela no es el símil de nuestra Nación y la historia no establece mayor paralelismo con el país sudamericano, que no sea la emancipación independentista, además que su conformación democrática atiende a una dinámica social distinta, cuya prácticas autoritarias y verticalismo político son sus banderas del cambio.

La receta política de Maduro en el modelo venezolano, que hoy atraviesa por una encrucijada, debe abrir los ojos al mundo para entender que el populismo es el caldo de cultivo del desencuentro y la desolación social, escenario peligroso por el cual México no debe ni puede transitar.

La siguiente acción es precisar que la estructura del Estado, encarnada en los poderes públicos, no está concebida para erigir ínsulas de poder, sino para armonizar la gestión pública y potenciar la voz del pueblo y los intereses de la Nación.

La estructura institucional no puede desvirtuarse, provocando desde una opresión verticalista su debilitamiento. Es un craso error caer en un despotismo inconsciente, donde el ejercicio público desvirtúa su función desde la posición preponderante de un poder público cuyo ejercicio de atribuciones metaconstitucionales motivan álgidos debates frente a las fuerzas políticas y la ciudadanía.

Entonces, la premisa básica ante el recrudecimiento político estriba en cómo lograr que la transformación democrática se erija en el balance armónico del devenir de la Nación.

La primera condición es el respeto y fortalecimiento del Estado Democrático de Derecho. Todo orden político debe hacer de la ley el sustento de defensa del pueblo, del que emana la virtud del ejercicio de gobierno. Trastocar y violentar su espíritu, agudiza el deterioro de las estructuras políticas y de gobierno, ya que no alcanzan su plena potencialidad y evitan que la razón política articule la racionalidad que se requiere para hacer del quehacer público una dimensión de oportunidad societal.

El segundo aspecto es revitalizar las estructuras sociales y el asociativismo ciudadano. Las formas de participación ciudadana elevan su sentido de intelectual orgánico, predispuesto a fortalecer las acciones gubernamentales y manifestarse en una armónica gobernanza activa y políticas públicas, que atiendan las agendas ciudadanas. No contar con la dinámica de la horizontalidad política que encarne el pueblo, neutraliza sus acciones y nulifica sus potencialidades, debilitando al Estado.

Este escenario invita a evaluar la actual transformación política emprendida, advirtiendo que democracia y participación ciudadana son los sustentos fundamentales de un ejercicio público que hoy se ha vuelto precario.

El papel del Estado es siempre central en el dinamismo social. Transformar implica depurar, no minar ni obstruir. Es pertinente pensar a la transformación de la Nación como una oportunidad incluyente, jamás sectaria o parcelaria, sino, como componente lógico de la interlocución del pueblo hacia sus anhelos y frustraciones, no como medidas que pueden profundizar antagonismos y poner en la mesa la discordia política, que invariablemente, termina por convertir a los adversarios en enemigos.

El vertiginoso y reactivo cambio político que estamos viviendo día con día, abre diferentes frentes o trincheras, que generan incertidumbres innecesarias en el ejercicio de gobierno. No puede perderse de vista ni la relación ética con la ciudadanía, ni el valor de su voz y mucho menos de su mandato. Relegar el disenso y la crítica política a un segundo término, genera súbditos en vez de ciudadanos, condición peligrosa cuando el discurso público intenta hacer lo contrario.

El ejercicio de gobierno no puede convertirse en una amenaza para la democracia; por el contrario, debe preservar la fuerza orgánica de la sociedad que construye el porvenir, para trazar el sustento solidario de un gobierno que comprende la dinámica y la complejidad social; y que asume la horizontalidad y el disenso, como insumos políticos cuya validez reorienta el ejercicio público.

La interdependencia entre los poderes públicos, garantiza la eficiencia operativa de las acciones del Estado y revela que la inteligencia institucional hace posible que la razón humana que dio origen al Estado Democrático de Derecho, lo asuma como una conquista social, que frena los abusos de poder y expone las condiciones metaconstitucionales, como el cáncer que vulnera a la democracia.

La transformación de la Nación debe ir más allá de la intención del ejercicio de gobierno por generar simetrías políticas y legales, no puede extraviar el camino y generar asimetrías sociales, porque allí donde se ha pretendido propiciar lo contrario, nace el desencuentro con el pueblo.

Agenda

  • Pemex anunció que el abasto de combustible está garantizado en el país, empero el reclamo social y la inconformidad revelan que la logística utilizada por la paraestatal es deficiente y no logra un suministro adecuado, poniendo en riesgo la seguridad y armonía social.
  • Se convocó al Primer Periodo Extraordinario de Sesiones de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión, en el que se discutirá y aprobará en su caso la creación de la Guardia Nacional; el proceso de selección del Fiscal General de la República, cuya designación y remoción dependen del Jefe del Ejecutivo; reformas al artículo 19 constitucional que amplían el catálogo de delitos que ameritan prisión preventiva oficiosa y nombramientos en el Ramo de Relaciones Exteriores.

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