En el momento en que escribo estas líneas, desde Tlaxcala, mis amigos, porque así los considero, celebran el Quinto Aniversario de la Red por la Rendición de Cuentas (RRC).

Desde que en 2011, siendo Comisionado del órgano garante del DAI en mi entidad, acudía con ese carácter al evento en Puebla en el que formalmente nos incorporábamos a esa red, estoy de acuerdo con el objetivo principal de la misma: “crear un contexto de exigencia a favor de la construcción de una política de rendición de cuentas.”

Entonces pienso esa “política” que destaco en cursivas y negritas, como “política pública”, tal como casi de memoria recuerdo su definición: cursos de acción orientados a la solución de problemas sociales.  Con lo que identificamos al enemigo.  En el caso mexicano, la opacidad de los arcana imperii creados por el Priato y que, pese a la transición a la democracia y la alternancia partidista en el gobierno federal, persisten en la práctica de los gobiernos de todos los partidos y en todos los niveles y ámbitos, gobiernos estatales, municipales y en los órganos legislativos y judiciales.

Desde luego el hecho de que a la cabeza de este esfuerzo se encuentren gentes como Mauricio Merino, resulta doblemente motivador el ser parte del mismo.  Tengo presente siempre de él su libro La transición votada (FCE, 2003) ya que coincido con su tesis central y la puntualización aún vigente de que si bien podíamos haber pasado de un régimen vertical y autoritario a uno competitivo, plural y democrático, lo que nos falta es consolidar la democracia.

Alguna vez que pude platicar con él, siendo Comisionado Presidente de la CAIPTLAX (hoy IAIP TLAXCALA), me habría dicho con justa razón que teníamos que aprovechar nuestra condición de socios de la red.  La que, hay que recordar,  está auspiciada por el Proyecto CIDE-Rendición de cuentas, un donativo de la Fundación Hewlett y con las aportaciones voluntarias de sus miembros.

Con ese interés es que en 2013 promoví la incorporación de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, institución en la que laboro desde 1999.  Ochenta instituciones son los nodos de esa red por el Accountability mexicano.  Nodos que, hay que ser autocríticos, no siempre son tan activos en su propósito, ya que muchos de ellos no practican estrictamente la rendición de cuentas y más bien son parte de la gran ola de opacidad, de contarnos “puros cuentos”, es decir en la típica mendacidad de la cultura política que yo llamo priista por haberse creado durante el Priato y que hoy invade la sociedad toda, incluso espacios que alguna vez se consideraban inmunes como la academia.

Pese a ello estoy de acuerdo con Merino de que la RRC “se ha convertido en un espacio de deliberación constructiva cuyos resultados más visibles han impactado en nuevos diseños normativos e institucionales.”  Insuficientes aún, desde mi modesto punto de vista, pero innegable tales repercusiones.  Pienso que centralmente desde aquí se han marcado muchos de los temas de la agenda de exigibilidad, no sólo de los derechos políticos, sino además de los llamados Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC).

Pugnar por la rendición de cuentas, es por parto, el derecho ciudadano a exigir información de parte de las autoridades así como su capacidad de sancionarlas.  No es por tanto el aceptar acríticamente lo que quieren decirnos que hicieron, por cierto casi siempre en medio de autoelogios que no son ya simples vituperios sino una falta total de respeto a su investidura; sino principalmente por qué lo hicieron.

Tienen que responder, dice Andreas Shchedler, las preguntas incómodas. A mí me gusta ejemplificarlo en clase con mis alumnos de sociología con el caso de las llamadas “obras de impacto” que terminan en convertirse en desperdicio de recursos públicos.  Hay cerca nuestras aulas por ejemplo una “monumental asta bandera” que eliminó una pequeña área verde, a la que no se permite le sea colocado el respectivo lienzo nacional porque resulta un eventual peligro.  ¿Por qué entonces se permitió su construcción? Debimos o pudimos preguntar al, denme chance decirlo así, irresponsable Presidente Municipal que tomó esa decisión.

Felicito por tanto la existencia de la RRC y digo que me siento parte de ella, porque esta columna no habiendo nacido aquí, encontró su nicho más apropiado, gracias a la generosa invitación de Lourdes Morales y la amable atención de Eduardo Hernández, desde septiembre de 2013.  Y espero continuar en esta relación agradeciendo porque nunca he sido censurado en mis posturas.

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