La Plataforma Nacional de Transparencia (PNT) siempre tuvo problemas técnicos desde su inicio, en mayo de este año. Hubo problemas para registrarse, para consultar información, para presentar solicitudes de datos, para recuperar datos ya capturados o para obtener o localizar folios de solicitudes ya realizadas, como algunos ejemplos.

El Instituto Nacional de Acceso a la Información tuvo que depender nuevamente del antiguo sistema INFOMEX para mantener con alfileres los servicios de consulta de información de oficio y solicitudes de acceso de información.

En los últimos días se ha retomado la crítica sobre la enorme cantidad de fallas de ese sistema electrónico, de tal forma que algunos medios periodísticos hablan de que es una plataforma inservible, además de juzgarla como una aventura sumamente costosa. El Universal, por ejemplo, refiere que descubrió al menos dos licitaciones para el diseño e implementación de la PNT que costaron, en suma, más de 19 millones de pesos.

En virtud de ese enorme costo, contrastante con la gran cantidad de fallas y defectos del producto, es correcto comparar a este nuevo elefante blanco con la línea 12 del metro de la Ciudad de México: se detiene con frecuencia,  le genera constantes sustos a los usuarios, nunca alcanza la velocidad estándar esperada, requiere mantenimiento a cada rato, se le incorporan infinidad de “parches” correctivos y tampoco queda claro cuál va a ser el compromiso y responsabilidad final de los proveedores contratados para su diseño y ejecución.

Esta complicación técnica con la Plataforma Dorada afecta de forma grave dos bienes públicos intangibles muy importantes: por un lado la transparencia misma, que no está ocurriendo ni en los términos ni en los tiempos que se establecieron en la Ley General de Transparencia, afectando el derecho del acceso a la información y, particularmente,  a toda la red ciudadana que utilizamos y promovemos el uso de ese medio para fortalecer la cultura cívica. Por otro lado, y no menos importante, se está erosionando dramáticamente el capital moral del antiguo IFAI; ¿Con qué calidad moral podrá en adelante exigir cumplimientos y emitir evaluaciones a los sujetos obligados?

Si bien es cierto que en este momento el asunto de la Plataforma Dorada es el más visible, no está de más decir que es sólo un síntoma de un problema de fondo: quienes dirigen el INAI no están cumpliendo con las expectativas del tema.

El síntoma es la falla del sistema electrónico, pero el problema es la actitud de las personas que deciden las políticas de transparencia. Varias voces de la sociedad civil se acercaron y estuvieron dispuestas a aportar ideas preventivas sobre la plataforma y sobre otro tipo de decisiones sobre la implementación de las obligaciones de transparencia en el país. Personalmente, como especialista del tema y con idea de aportar sugerencias,  solicité cita con el Comisionado a cargo del tema y  nunca fui agendado.

Me parece que el INAI nunca tuvo un plan B, que previniera los fallos de la Plataforma Dorada, Era evidente. En diversas revisiones que INHUS A.C. realizó a los sitios web de diversos sujetos obligados del país, en mayo, julio y septiembre de este año, se pudo constatar que el INAI no tiene ninguna información de oficio en su sección de “Transparencia”, tal cual lo pide la normatividad. Nunca consideraron necesario presionarse ni presionar a los demás para publicar la información en los portales institucionales de cada sujeto obligado, pues suponían todo iba a poder cargarse y verse desde la super plataforma. Esa miopía costó cara: ni tenemos plataforma ni contamos con buenos sitios institucionales de transparencia en los sitios web de los sujetos obligados.

Espero que los Comisionados del INAI reconsideren su autismo y corrijan, todavía a tiempo, dos cosas:

  1. Diversas políticas, decisiones y métodos de trabajo interno que convierten en una tarea difícil, para los sujetos obligados, el cumplir con la Ley General de Transparencia.

  1. Su actitud de aislamiento y arrogancia que les impide escuchar las voces de especialistas, académicos o sociedad civil dispuesta a aportar ideas.

Por lo pronto, espero que, al menos por presión mediática, se apresuren a resolver el problema específico de la Plataforma Dorada para que en algún momento podamos considerarla y nombrarla, ahora sí y con el orgullo que amerita, Plataforma Nacional de Transparencia.