Todavía pueblan las cárceles mexicanas miles de personas injustamente procesadas por el arbitrario sistema inquisitorial que tuvimos hasta el 2008, y sin embargo hay quienes con vehemencia exigen su vuelta.
Se trata de los viejos operadores del derecho que no han podido adaptarse al nuevo sistema, por su propensión incurable hacia el autoritarismo.
Extrañan la tortura como método de investigación; les hace falta el arraigo, un mecanismo coactivo que permitía privar ilegalmente de la libertad; añoran la montaña de papel tras la cual se escondían los jueces; les incomoda jugar con transparencia, ahora que las audiencias son orales.
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Fuente: El Universal
Por: Ricardo Raphael