No existe mayor perversión del poder público, que hacer del ejercicio de gobierno el virus que, afianzado en torno al utilitarismo institucional, al clientelismo político y a la derrota de la democracia, corroe la voluntad del pueblo.

¿Cómo puede tener éxito una democracia populista?

Es innegable que allí donde el populismo se ha hecho gobierno, los errores políticos se multiplican al amparo de un mesianismo insólito, ciego y carente de visión de Estado, que invariablemente termina en el quiebre institucional, la ruina económica y la decadencia moral y social.

Ante la inesperada renuncia del Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Eduardo Medina Mora, el Poder Ejecutivo impulsará una nueva conformación de la extensión política de su poder. La liturgia administrativa pasó por alto aclarar los motivos graves establecidos como requisito constitucional, lo que despertó desconfianzas e hizo pensar que el oficialismo fraguó con un discurso oscuro y una retórica sórdida, diluir la sana praxis política, que debe establecer el ejercicio de gobierno frente a la necesidad legal de probar los delitos que le señalan al ex ministro.

Este esquema como estrategia política del Poder Ejecutivo, pretende reducir a su mínima expresión el espíritu del equilibrio de pesos y contrapesos de los poderes públicos, aprovechando que el actual procedimiento para el nombramiento de los ministros de la SCJN, es incompatible con el espíritu de las formas democráticas, lo que conduce a un clientelismo institucional, donde el Poder Ejecutivo se convierte en patrón y el resto de los poderes en clientes, en una vinculación política de prácticas asimétricas y nulas reciprocidades de equilibrio.

¿Es democrático que la ingeniería constitucional deje a discreción del Poder Ejecutivo la conformación de la terna de aspirantes a ministros de la SCJN y no sea el propio Poder Judicial el que tenga esta potestad?

Sin ingenuidad alguna, trasciende la renuncia del ministro Medina Mora como una herida a la autonomía del Poder Judicial, precisamente cuando parecían lejanas las tutelas e imposiciones del Poder Ejecutivo; ya que la 4T se había venido presentando como lucha reivindicatoria del gobierno para abolir y desterrar la corrupción e impunidad.

De esta aberrante intrusión política, Héctor Aguilar Camín, acertadamente ha dicho: “La consecuencia inmediata de esta captura es que el Presidente no se verá contradicho por la Corte en algunos asuntos claves que están en curso: las leyes que regulan la Guardia Nacional, la extinción de dominio, la ampliación de la prisión preventiva, los cambios educativos, la creación de superdelegados federales en los estados, la de remuneraciones del sector público y la tipificación del fraude fiscal como crimen organizado.” https://bit.ly/2okJnoY

Estamos en presencia de un atropello velado del Poder Ejecutivo, que pretende imponer una democracia populista. La perspicacia gubernamental ha sido sustituida por la suspicacia política para crear un escenario dantesco, donde los enemigos van al purgatorio, mientras que sus aliados disfrutan del paraíso en transformación, que de manera vertical, se adueña de la Nación, en pos de un ideal temerario, que avizora grandes estragos: una quimérica reelección.

En esta tesitura, no cabe vacilar en el análisis: al pan, pan y al vino, vino. La captura del Estado es una realidad, se ha trazado desde el protagonismo y las facultades metaconstitucionales del Poder Ejecutivo, y el abuso sobre las funciones propias y exclusivas del Poder Judicial, creando un teatro guiñol, haciendo del ejercicio público una pantomima insospechada.

Pero, ¿por qué la captura del Poder Judicial?

Sólo le hacía falta un as a la tercia para tener póker. Con el Poder Legislativo en manos del oficialismo y el protagonismo mesiánico del Ejecutivo, era necesario tender las redes para controlar la operatividad de la justicia y su impartición. La medida es lógica y conlleva a la extensión del poder del Ejecutivo, por lo que el manejo del Estado se ha convertido en la odisea de ser juez y parte.

Maniatados los poderes públicos, ¿Cuál es el próximo paso?

Las democracias populistas se expanden en las dimensiones estructurales del Estado. Los poderes públicos que le dan magnitud y sentido al ejercicio gubernamental (así como las organizaciones de la sociedad civil), se controlan polarizando mediante un atavismo político-social, donde la retórica de amigos y enemigos, nacionalismo y conservadurismo, fifís y chairos, corruptos e incorruptibles, se vuelve una camisa de fuerza que convierte toda manifestación democrática en una mascarada mediática, que inicia en la mañana y se esconde al atardecer.

No se nos olvide la maquinaria de partido.

Morena es sin duda la cereza del pastel. Los tiempos cambian y las estelas de un nuevo partido hegemónico pragmático de la cabeza a los pies, perfila la tragedia de un continuismo político populista, que de manera atroz hoy tiene embelesados y sometidos por el estómago a los sectores marginados de la sociedad; pese a lo discreto y efímero de sus logros y al evidente quiebre político, económico y social que ya se padece.

En esta atroz captura del Estado, el trazo político es lógico: una vez controlados los poderes públicos, instaurado un partido hegemónico y dominada la vida pública, lo próximo es el vasallaje y la mordaza, para después pasar a la represión física e ideológica de la sociedad, tratando de cambiar a los ciudadanos por autómatas, seres que sin conciencia languidecen y obedecen al poder político.

En esta fragmentación de los equilibrios políticos, los medios de comunicación paulatinamente van siendo “disciplinados”. Todo indica que la censura y la arbitrariedad acaparan la cordura y la crítica social para dejar su lugar a un sistema político monolítico, cuyo poder frente al tejido social pasa por alto, tanto de jure como de facto, el Contrato Social.

La tragedia política que encarna el caso del ministro Medina Mora, es sólo la punta del iceberg de la crónica de la muerte anunciada de la democracia.

En esta dolorosa realidad, mientras los partidos de oposición y la sociedad civil no asuman su rol histórico y exijan el respeto al Estado Democrático de Derecho, se construirá el nuevo paradigma, el de la desolación, donde la democracia populista imperará en la vida pública.

Agenda

  • Lúgubre panorama económico refleja la parálisis de la obra pública en 18 Entidades Federativas; a esto se suma la caída de la inversión fija de las empresas en un 9.1% en maquinaria, equipo y proyectos de construcción, de acuerdo a datos del INEGI durante el mes de julio.

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