La elección del pasado domingo 5 de junio nos trajo sorpresas reveladoras. A reserva del dictamen final de los órganos electorales, parece que, de las 12 gubernaturas en disputa, el PAN se queda con 7 y el PRI sólo con 5.

La visión de coyuntura nos indica que el PRI reduce su presencia como gobierno local, el PAN regresa como un jugador electoral importante y el PRD, la izquierda en general, se empieza a desdibujar del escenario nacional, apenas salvado por el hecho de haber concretado alianzas con el PAN en tres de las entidades ganadoras: Durango, Veracruz y Quintana Roo.

Sin embargo, más allá de ese enfoque de pérdidas y ganancias de los partidos políticos en un momento electoral específico, está el hecho de que se configura en el país una dinámica cada vez más nítida del uso de la alternancia política. El contar siempre con la alternativa de cambiar a un partido por otro como respuesta a los malos gobiernos se está consolidando como el mejor método ciudadano para expresar la insatisfacción con el desempeño de los políticos.

No es un asunto poco importante. Usualmente la insatisfacción social sobre la manera en que nos gobiernan nuestros políticos la hemos expresado en forma de quejas, plantones, marchas, dibujitos en bardas y mentadas de madre en todo tipo de foros. La fórmula usual e incomprensible era quejarnos, pero refrendar,  sexenio tras sexenio, a malos gobiernos de un mismo color partidista. El voto de castigo no era visto como una opción ciudadana para cambiar esa realidad.

En esta elección hubo sorpresas: el PRI recupera Oaxaca y Sinaloa, la gente dejó de favorecer a los partidos que en su momento no cumplieron con sus expectativas y ahora tuvieron la alternativa de votar por un tricolor con mejor oferta. En Chihuahua, la decepción de gobierno que ocasionó el PRI movió a la gente a optar por el PAN como su alternativa a esa mala administración.

Interesante caso, que nos revela el silencioso y progresivo avance del Ángel de la Alternancia: Durango, Tamaulipas, Quintana Roo y Veracruz, que eran propiedad del PRI por lo menos desde que Pedro Infante era niño,  se atrevieron a preferir al PAN como una nueva alternativa de gobierno.

Creo que esto no parará. La gente está aprendiendo a usar la alternancia, está aprendiendo  que el modelo democrático por el que tanto hemos luchado sí está sirviendo para premiar y castigar a nuestros gobiernos.

La Alternancia es la gran ganadora de estas últimas elecciones y seguirá avanzando (tengo la esperanza). Si tal es el caso, Miguel Ángel Mancera y el PRD deberán preocuparse y ocuparse en gobernar lo mejor posible la Ciudad de México de aquí al 2018. Deberán incorporar una visión seria de políticas públicas y no ocurrencias de silbatos-alarma o frijol con gorgojo (cito a Andrés Manuel).

La Alternancia es neutra; puede castigar a todos por igual. También podría hacer presencia en el todo poderoso Estado de México en las elecciones de 2017. Prácticamente no hay habitante mexiquense vivo que conozca otra forma de gobierno estatal distinta a la que hoy tiene.

La Alternancia es reversible; puede volverse contra aquellos a quienes benefició en algún momento. Esto tendría que alertar al PAN para que en los Estados en los que ganó controle sus tentaciones de incluir sólo a amigos y familiares y gobierne también con los cuadros técnicos que hagan realidad las promesas que hizo sobre humanismo y bien común.

La Alternancia es dialéctica y promueve la competencia y la eficacia. Es importante señalar que muchos de los aciertos que pudieran atribuírsele hoy a Enrique Peña Nieto no fueron una motivación natural del PRI, sino una consecuencia de su lucha contra el PAN. El haber perdido la República en el 2000 incentivó al PRI para que regresara arrepentido y mejorado en el 2012, con nuevas ideas y mejores intenciones. También el PAN aprendió que gobernar sin panistas ni panismo no le alcanza para consolidar el humanismo político ofrecido; por eso perdió en el 2012 y ahora intentará regresar arrepentido y mejorado en el 2018. Si corremos esta película en el tiempo, con todo y arrepentimientos y mejoras, al final el ciudadano gana, pues en cada cambio de alternativa el desplazado se perfecciona para competir y regresar a gobernar mejor que antes.

Por último, y muy a tono con los pujantes empoderamientos femeninos que tanta falta nos hacen en nuestro país, no sería descabellado pensar que la Alternancia venga con cara de mujer.