La jornada electoral concluye cristalizada en una misiva ciudadana que exige respetar la voluntad política expresada en las urnas; reestructurar el Sistema de Partidos para que comprometa una oferta política vinculante; recuperar la funcionalidad de la representación ciudadana; recobrar la credibilidad y confianza del tejido social en las instituciones; todas estas, dimensiones de una democracia que no ha podido cerrar la brecha entre representantes y representados, mal endémico del ejercicio político.

Desterrar los nudos críticos de una realidad multidimensional como la nuestra, es un imperativo ante la creciente tendencia a la autoexclusión del sufragio y al gran flagelo social que constituyen la corrupción y la impunidad, que como génesis de los padecimientos del Estado, demandan desenmascarar los velos políticos que aún subsisten.

Este contexto demanda un activismo ciudadano en las organizaciones comunitarias y vecinales para enfrentar la frustración social frente a la partidocracia, cuya praxis demagógica y de simulación política, produce una sórdida retórica que debe ser extirpada, porque es una ofensa grave que demerita la voluntad ciudadana e impide la consolidación de la democracia participativa.

Las tendencias sobre los resultados electorales que arrojaron los sondeos, evidencian el rechazo y la apatía cívica de la ciudadanía, síntomas de la atomización política y del malestar histórico del tejido social. Ello permite cuestionar, ¿Qué tan representativa es una democracia, cuando los sufragios esperados, son apenas del 30% al 43% de los ciudadanos inscritos en el Padrón Electoral? Este fenómeno refleja el alejamiento ciudadano del Sistema Político, es una impugnación abierta al descrédito de la partidocracia y el acta de divorcio con la sociedad civil.

La democracia electoral ha gestado gobiernos de minorías partidistas que no suma la confianza de las mayorías. Quienes dejan de votar, lo hacen porque lamentablemente, la concreción histórica de la oferta política es tan precaria, que a nadie le extraña el alejamiento ciudadano de las urnas, y porque perciben que la ingeniería electoral permite que la partidocracia subsista, sin importar si representa o no la voluntad ciudadana, si cumple o no los planes y programas del ejercicio de gobierno, si respeta o no la probidad política, porque tiene la certeza que todo se reduce a la ecuación: votos=escaños.

Es menester terminar con la cultura política del súbdito y transitar a la ciudadanía efectiva que de paso al poder unitario del pueblo hecho gobierno. La sociedad sucumbe en un sistema de representación insano, en una democracia donde los protagonistas son los políticos y no los ciudadanos; donde la voz del representante se representa a sí misma, y pocas veces está acotada a la rendición de cuentas, a la probidad y a la exigencia jurídica plena como vanguardia de un sistema político-electoral donde el sufragio tiene rostro ciudadano.

En esta suma de incongruencias vale la pena preguntar, ¿Cuándo la voluntad ciudadana dejó de ser la expresión cierta y aspiracional, para construir una sociedad y un país mejor? ¿En qué momento la expresión cuantitativa del voto permitió encumbrar sólo a partidos políticos y a candidatos y no se convirtió en empleo, estabilidad económica, vivienda digna, oportunidades de desarrollo y seguridad humana, educación de calidad para todos, seguridad y tranquilidad social, entre otras?

Si los resultados electorales de este proceso, no sirven para proyectar un análisis certero de la realidad; si no sirven para expresar y evaluar la validez de la dicotomía mayoría-minoría electoral, y más profundo, mayoría-minoría política; y si no sirven para entender que la ciudadanía no puede ser acotada a la cuantificación de los resultados de un proceso electoral, estamos en la antesala de perder el destino cierto de la Nación.

Entendamos: el ejercicio ciego y la individualidad política de los representantes populares, menoscaba la voluntad ciudadana hasta una dimensión de subrepresentación política, no salvaguarda la probidad de sus actos y mucho menos el valor y privilegio del servicio público. Urge la reconciliación entre el valor del mandato y la representación popular para cumplir las aspiraciones sociales.

Este contexto impone iniciar la “Agenda Post Elecciones 2015”, con el debate de las propuestas para revitalizar las estructuras institucionales y con la certidumbre de que el voto entregado a los candidatos, será un voto programático edificado en el respeto a la soberanía ciudadana; fundamento del orden estatal, y principio constitucional de conducción orgánica del quehacer público.

Para este propósito, se debe impulsar una deliberación pública libre, abierta y plural de la realidad de nuestros problemas, desafíos, fortalezas y debilidades, porque la realidad del país no soportará más años de ensayo, promesas incumplidas, reformas no realizadas y proyectos no emprendidos. Es el momento de superar la falta de planeación y visión de largo plazo.

La agenda post elecciones deberá replantear nuestra ingeniería constitucional y crear nuevos instrumentos para una democracia deliberativa, participativa y directa, como la segunda vuelta electoral cuando ningún candidato obtenga la mayoría absoluta en la primera votación.

Asimismo, se impone hacer vigente el Estado de Derecho para garantizar la probidad de los actos públicos, y sujetar a la clase política para que la planificación democrática concrete las aspiraciones y necesidades del tejido social; tarea de fondo que evitará la disfuncionalidad institucional, que ha sido y es, el síndrome endémico del anquilosamiento político y de la crisis sistémica de representatividad.

También habrá que fortalecer la correlación entre el poder democrático y la ciudadanía, esencial para asegurar el marco normativo de la convivencia social, proceso histórico inacabado que precisa un nuevo diálogo argumentativo en las agendas del desarrollo y la seguridad humana.

Resulta necesario e impostergable reforzar la cultura política y el civismo activo. Una democracia sin solidez cultural, está condenada a su extinción. Por esta razón, la nueva conformación del Poder Legislativo de la Federación, debe asumir el desafío de hacer valer la voluntad del pueblo y refuncionalizar a las instituciones que dan cabida a esta voluntad.

No se puede seguir en el camino irreconciliable del quebranto de las necesidades y anhelos de justicia social. Más allá de las discrepancias partidistas que arroje este proceso electoral, el déficit de cumplimiento gubernamental hacia la sociedad, sigue constituyendo la radiografía de la pobreza y la desigualdad. Este es un despropósito y una paradoja antidemocrática que diluye los principios fundamentales del ejercicio de gobierno.

Agenda

  • Descanse en Paz el Senador Manuel Camacho Solís, quien durante su trayectoria política y administrativa en diferentes encargos públicos, se destacó por su notable desempeño como mediador.
  • El escándalo de corrupción en la FIFA, ocasionó la dimisión de Joseph Blatter. Preocupa que estas anomias estén presentes en ámbitos no sólo públicos, sino también privados e internacionales.

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