Hemos conmemorado el 209º Aniversario de la Independencia como la primera transformación de la Nación, donde México se emancipó del Imperio Español y marcó su rumbo político como país independiente.

La actual administración se ha propuesto como paradigma iniciar la “Cuarta Transformación de la Vida pública de la Nación”, sin embargo, hasta ahora no se ha trazado el camino, limitándose a anunciar que se trata de un cambio de régimen.

Empero, un proyecto que pretende cambiar el régimen político y de gobierno, no admite que la indeterminación amenace su consecución. La inteligencia de Estado debe reconocer en la certidumbre de la planeación y programación del gobierno, el trazo lógico de las variables internas y externas que permiten, mesuradamente, actuar sobre la realidad política, económica y social del país.

El equilibrio de la gobernabilidad no obedece al optimismo mesiánico que sólo construye quimeras y falsos escenarios que sólo atienden a deseos y a voluntades oscuras. La gobernabilidad responde a una realidad compleja y terrenal, que requiere la ponderación científico-técnica de la política de Estado.

El exceso de optimismo del Presidente López Obrador no proviene de un crecimiento robusto y sostenido de la economía y la inversión interna, ni del crecimiento económico internacional o del peso de la inversión extranjera directa, así como tampoco de la relación del país con la Comunidad Económica Europea (ECU), ni con el gigante de Asia, China, y desde luego, del máximo socio comercial de México, Estados Unidos.

Entonces, ¿de dónde proviene el optimismo económico del Presidente?

En este limbo de ideas, todo indica que el Presidente López Obrador se mueve entre la certidumbre de sus datos y el oscurantismo de una férrea voluntad política que no requiere razones o estimaciones ajenas, por doctas que sean.

El espíritu de Quetzalcóatl se ha impuesto de la serpiente emplumada al Dios creador que sufrió una metamorfosis y se convirtió en el Dios de la estrella de la mañana y de la tarde, que vaticina la marcha del país en un ciclo infinito, donde cada tarde reflexiona la postura y voluntad del Ejecutivo.

Ante el escabroso proceder de los hombres en las sociedades complejas, Albert Einstein sentenció: “Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y yo no estoy seguro sobre el universo.” Palabras sabias que no parecen ser tenidas en cuenta en el orbe, pero que sin duda deben resultar aleccionadoras para todos.

En esta complejidad, el péndulo de los números del Presidente se ha visto contrastado con las predicciones de la Secretaría de Hacienda, que frente a la desaceleración de la economía norteamericana, cuyos nexos con el país no son ajenos para nadie, pronosticó un crecimiento del PIB del 1%, coincidiendo con las estimaciones hechas por el Banco de México.

¿Qué acaso el Presidente López Obrador tiene información secreta o privilegiada, que desconocen tanto las estructuras institucionales, los organismos económicos internacionales, los analistas y los ciudadanos?

Sin mayores escepticismos, esto debe ser cierto, porque el Presidente ha señalado: “…Vamos a esperar, porque es el primer semestre. Lo importante de ayer es que se pronosticaba que íbamos a caer en recesión, íbamos a entrar en recesión, y no fue así…Ahora viene el que podamos crecer al 2 % a finales de este año. Se están arreglando las cosas para que haya más crecimiento, acompañado de desarrollo. Porque, insisto, crecimiento es hacer dinero y desarrollo es hacer dinero y distribuirlo, que llegue a todos…”

Al contrario de ello, José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), analiza que, “…en el primer semestre -cuando bordeó la recesión- la economía creció un 0.2%, con lo que, para cumplir con la previsión gubernamental para el cierre del ejercicio, la economía debería crecer entre el 1% y el 2% en la segunda mitad…Por el contrario, los indicadores adelantados apuntan a una desaceleración mayor”. https://bit.ly/2kIfE7C

De este escenario beligerante de declaraciones, debemos recordar la concepción del “político dialéctico” de Platón, que consideraba que un político tenía una visión de conjunto de la realidad sinóptica, para ir de la pluralidad a la unidad.

Lamentablemente, el Presidente López Obrador no es un político dialectico, sino pragmático. No acepta el sentido de visión de conjunto o integral de los factores, no sólo de la economía, sino de la política local e internacional, y aunque todavía no entramos en recesión, no podemos advertir que el horizonte económico del país nos haga ver como barco viento en popa.

En el diálogo mañanero, el Presidente tampoco es sinóptico ni pasa por la aceptación de la pluralidad para crear unidad de Estado, por el contrario, se enfrasca en las estelas quiméricas del populismo, sin estabilizar las expectativas ciudadanas ni de la Nación.

¿Será necesario que el agua nos llegue al cuello para que el Presidente empiece a mirar la realidad en contexto?

Todos queremos el bienestar para México, y que como admitió Gramsci, “pesimismo de la realidad, optimismo de la inteligencia”… pero Gramsci fue sinóptico y era un político dialéctico; creía en la inteligencia como factor para crear en el espacio político, las oportunidades sociales que exige el trascender en un gobierno para todos.

Esperemos reconsideraciones en el ejercicio de gobierno. Nadie puede jugar con las variables macroeconómicas, pensando que tiene los dados cargados. El crecimiento y desarrollo del país no son una realidad que se cifre en el voluntarismo mesiánico. Debemos aprender del amargo experimento venezolano y del argentino, que hoy tienen postrados a su pueblo.

Es tiempo pertinente para que el Presidente entienda y acepte que la inteligencia política es un instrumento objetivo de acción del Estado; no es voluntariosa ni intuitiva; no está precedida por una bola de cristal, ni aparece del espíritu santo. Esto lo sabía hasta el Monje Rasputín.

La Cuarta Transformación de la Nación no puede pasar, exclusivamente, por la voluntad del Poder Ejecutivo. No es necesario hacer de la política una tragicomedia; no es necesario sacrificar al pueblo, como tampoco lo es, crear una quimera entre el optimismo mesiánico y el pesimismo terrenal.

Agenda

Se presentó el Proyecto de Presupuesto de Egresos 2020, la Ley de Ingresos y los Criterios Económicos, principales instrumentos para fomentar el crecimiento económico y el desarrollo, empero como lo expresa María Ampara Casar “…eso se consigue con inversión y con impuestos. Y nada de esto hay en el Paquete Económico salvo la intención de elevar la recaudación sin elevar los impuestos.” https://bit.ly/2khWPIa

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