En los sondeos de opinión, la popularidad del Presidente López Obrador sigue viento en popa, situación que contrasta con el descenso de los logros de su gobierno, pero que justifican en la memoria de los tiempos de la mafia en el poder, como lastre que se opone a la transformación de la Nación.

La visión política de la 4T, lejos de traducirse en un proyecto claro, se expresa sólo en intenciones discursivas que construyen la quimera del oro; entusiasmo febril que merece ser ponderado a la luz de las cifras, los procesos políticos y los avances de gobierno.

La mayoría de las interrogantes se perfilan sobre si, ¿México vive un cambio de régimen que ha abolido el neoliberalismo; controlado la corrupción e impunidad; garantizado el desarrollo económico; estabilizado las condiciones de seguridad; consolidado la calidad de la educación; ampliado y mejorado la cobertura en materia de salud y fortalecido la democracia?

La respuesta es contundente: no. Lo que existe es un desfase de la realidad político-social, creado por los efectos de una política nebulosa, que hace de la promesa de tiempos mejores, esperanza y anhelo de que el país se perfila hacia una transformación.

Esta realidad virtual, generada en la retórica, sin hechos que la confirmen, transita por la precaria cultura política de una ciudadanía que no cuenta con los elementos cognitivos para someter a juicio la responsabilidad de concreción de la tarea del gobierno, ya que la política brumosa mañanera, crea un escenario mediático que en la tribuna gubernamental se erige como teología secularizada, donde el mesianismo sustituye a la razón y a la verdad pública, con argumentos ciegos que causan un efecto de ceguera social.

Lo paradójico de este imaginario político es eso, es sólo una ilusión reactiva que desde el púlpito presidencial responde a la inoperancia de las acciones de gobierno, nulificando la transparencia y haciendo caso omiso de la crítica política y social.

Pero desmitifiquemos las bases nebulosas que sustentan a la 4T, desde la luz del análisis político y su núcleo temático.

No transitamos por un nuevo régimen político y de gobierno. La ingeniería constitucional no ha trasformado la democracia representativa. El modelo económico sigue en los trazos neoliberales. El uso de programas sociales no implica avances en el desarrollo económico, porque este sólo se logra al fortalecer las condiciones macroeconómicas y diversificar los nexos de la economía mexicana a nivel internacional.

Persisten las anomias y las aberrantes contradicciones que impiden el crecimiento y el desarrollo de la economía. No se promueven las inversiones físicas, ni públicas, ni privadas nacionales, ni las extranjeras directas. No hay una política fiscal, ni una política de gasto público que privilegie los programas de fomento productivo y la generación de empleos. Se recortan presupuestos, se descuida la calidad y la oportunidad del gasto y se incrementa la asignación de recursos a programas asistenciales de apoyo directo, sin reglas de operación.

El Presidente López Obrador ganó la Presidencia de la República bajo la postura de combatir la corrupción e impunidad. Esta sigue siendo la vanguardia de su discurso, y las acciones de su estrategia para desentrañar, desmantelar y desarticular las redes de corrupción e impunidad, se han sustentado en la actuación de la Fiscalía General de la República y en la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP; empero, falta un enfoque sistémico que consolide una política integral anticorrupción y fortalezca el Sistema Nacional Anticorrupción, para poder atender este flagelo social, que amenaza la credibilidad de las acciones y la marcha del gobierno.

De igual manera, los estragos económicos del nulo crecimiento del PIB y la involución económica, marcan un serio desencuentro con la inversión extranjera y nacional, lo que refrenda lo erróneo de la extinción de proyectos vitales como el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, cercenado a la mafia del poder por la ira y la marcada aversión al neoliberalismo, cuestión que arrinconó al Estado en una deuda inútil, que violenta no a la mafia del poder y al neoliberalismo, sino al pueblo de México y al erario público, que debió asumir una carga económica absurda.

En el mismo contexto los proyectos de la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, resultan esbozos de intenciones, sin una visión, sin factibilidad y sin viabilidad económica, y qué decir del absurdo proyecto de la Base Aérea de Santa Lucía, víctima del terrorismo legal que el gobierno quiere subsanar declarando esta base aérea como instalación militar estratégica de interés nacional.

La seguridad pública enfrenta la desastrosa actuación de la Guardia Nacional, que no ha podido contener las cifras de muertes violentas y crímenes por la delincuencia organizada, que se han incrementado de forma aterradora, cuestión que ha obligado a reconocer este serio déficit de operatividad del Estado.

En este marasmo, la calidad educativa no se sustenta en un verdadero modelo que sustituya las premisas de la Reforma del gobierno anterior; más aún, los acuerdos tomados entre el gobierno y la CNTE, asemejan a la pacificación colombiana de los narcos, que tenían secuestrado al gobierno y con el pie en el cuello.

En materia de salud, el epitafio es contundente: la operación fue un éxito pero el paciente murió. Millones de mexicanos experimentan un servicio público de salud ineficiente, anacrónico y con drásticos recortes presupuestales, que ya han costado vidas, dolor y lágrimas.

Vivimos en una democracia vulnerable y deficitaria, inconexa y fragmentada, donde el peso del oficialismo se ha impuesto al margen de la racionalidad y el valor científico de la administración pública, para pasar al ámbito oscuro de la veleidad política, donde los buenos persiguen a los malos y lo cierto se vuelve incierto.

No criticamos a la 4T por ser un planteamiento pesimista de la realidad, sino por ser un pésimo planteamiento. Su costo social, denota que puede existir austeridad en el manejo de recursos del gobierno, pero jamás austeridad de inteligencia institucional y social. Se está sembrando la semilla del mesianismo populista, que invariablemente, terminará en el atavismo político y con el pueblo.

Agenda

  • La desaceleración económica del país ha causado la caída del ISR y del IVA, lo que representa una complicación para alcanzar cualquier meta de crecimiento. Al respecto, el Secretario de Hacienda dijo: “el gobierno quiere aumentar la inversión pública con 50 mil millones de pesos en obras de infraestructura de carreteras y diseñar políticas económicas contracíclicas, para obtener crecimiento económico.”

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