En las leyes que nos hemos dado para poder vivir más o menos bien en sociedad, muchas veces no cambiamos lo que deberíamos, pero sí preservamos fórmulas y ritos verdaderamente ociosos.

Uno de ellos, es “El Informe de Gobierno”, a todos los niveles. Menos mal que en el ámbito federal los antagonismos partidarios y la abierta majadería de algunos representantes populares han dado al traste con el festín presidencial. Santo y bueno.

Pero a nivel estatal, y sobre todo en el municipal, el ritual anual prosigue, estorbando a todo mundo y quitándole a los funcionarios públicos horas de trabajo invaluables. ¿A quién demonios le importa lo que digan los gobernantes en un foro y espacio a modo para el lucimiento personal? La respuesta es obvia: a casi nadie.

Hagamos una prueba. ¿Recuerdan algo importante del más reciente informe de su gobernante? Les aseguro que no. El cerebro deshecha todo lo inútil, el homo sapiens tiene esa capacidad. Pero los políticos son tozudos, e insisten en recetarnos una desesperante dosis de palabrería insulsa, mal estructurada, quizás hasta mal leída y sobre todo inservible.

¿Quiénes van a los informes? Los propios funcionarios, que no tienen opción de no asistir; los grupos partidistas, aplaudidores incondicionales; los comprometidos por algún favor o contrato otorgado; los lambiscones que procuran algún beneficio, y finalmente los acarreados, que al conjuro de un refresco, torta, gorra, camiseta o cualquier cachivache acuden presurosos a blandir matracas y gritar consignas ordenadas por el líder transportador. Coreografía, sólo eso.

¿Qué nos informan entre tanta frase trillada y conocida? Un saludo al presidium con voz engolada, una sarta de autoelogios, un conjunto de cifras desbalagadas, un reclamo a la oposición incómoda, y un cierre, ese si épico, concluyendo: “el primer paso está dado, pero aún hay grandes tareas por emprender”. Ya lo sabemos de memoria.

Ahora bien, el informe de gobierno en León será en la colonia Las Joyas. Esto será el colmo de la estulticia y falta de respeto hacia la dignidad de la persona. Ahora resulta que hay que llevar show y parafernalia al barrio más pobre de la ciudad para capturar votos -eso creen- en dónde campea la carencia y la miseria.

La pobreza se torna en mercancía electorera de la más baja ralea. ¿Acaso se trata de una nuevo montaje a la manera de Laura Bozzo? No tiene desperdicio la mala broma organizada por la administración pública leonesa.

Los informes anuales de gobierno deben de ser cosa del pasado, de hecho, son decimonónicos. Su utilidad radicaba en la posibilidad de rendir cuentas de forma directa ante un auditorio expectante e interesado en el buen desempeño de su gobierno.

Pero llegó la computadora, el internet, y las redes sociales, y con ellos, la posibilidad de rendir cuentas de forma directa y sin  ningún intermediario. Los sistemas informáticos nos permiten conocer en tiempo real, insisto, en tiempo real, los avances de un programa, su evaluación, el presupuesto que se ha gastado, los objetivos logrados y las facturas que amparan los pagos realizados. Caja de cristal.
Los gobiernos que no lo hacen, es porque no lo quieren y prefieren la opacidad… y su sociedad no se los exige. Habiendo estos medios, los aburridos informes pierden su poco interés. El propio ciudadano, a través de una computadora, smartphone o tableta, puede acceder a la información de su preferencia, como adquisiciones, obra pública, seguridad, transporte, medio ambiente, aseo, etc. Lo que le venga en gana.

Eso es rendir cuentas, y no perder el tiempo en un aburrido y anquilosado ritual anual absolutamente farragoso.
Modifiquemos nuestras leyes y troquemos los aburridos informes gubernamentales anuales por una moderna y verdadera rendición de cuentas. Ahorraremos tiempo, dinero y esfuerzo. Así todos ganamos.

Periódico AM