La esclerosis del statu quo que olvida al pueblo provoca la derrota de nuestra sociedad y es la derrota del Estado, porque posterga sus necesidades y pavimenta la desolación social en la promesa barata, aquella que gana votos, pero pierde dignidad humana.

En este escenario se impone repensar la política como sustancia valórica del entendimiento entre los hombres, para hacer de su pertinencia en el ejercicio de gobierno la voz del pueblo, no como retórica de escritorio sino como articulación transversal de la inteligencia institucional, donde el gobierno hace gobierno y la razón de Estado, tejido social.

Un modelo de transformación nacional debe trascender hacia la gobernabilidad democrática como matriz de equilibrio social; generar oportunidades y estabilidad; y derrotar la verticalidad política que ha constreñido no sólo el espíritu de nuestro Contrato Social, sino también la dinámica de las fuerzas de contrapeso ciudadano y de la clase política.

La gobernabilidad democrática es el vector de una función pública sana y proclive a la armonización de actores y poderes públicos. Es el mejor indicador para garantizar la estabilidad política en el quehacer gubernamental, y el referente indiscutible que permite darle vida a la Nación.

Empero, vivimos un contexto donde no hay respuesta a los requerimientos de nuevos empleos para el sustento de las familias; donde una economía decreciente es incapaz de dar estímulos a las inversiones productivas que impulsen el crecimiento económico; donde la disfuncionalidad de los programas de salud provocan la indignación de muchos mexicanos enfermos; y donde la inseguridad, lejos de detenerse, se incrementa cotidianamente.

En medio de este desolador panorama, Hidalgo y Coahuila enfrentan el próximo 7 de junio elecciones municipales y la pregunta obligada es: ¿Qué podemos hacer para fortalecer la vitalidad de la gobernabilidad democrática desde el ámbito municipal?

Por nota, no se puede acudir a una campaña político-electoral ignorando que la división y polarización de la sociedad es cada día más grave y la crispación social cada vez más preocupante debido a que se trata a los adversarios como enemigos y a que los partidos políticos no regulan su vida interna respetando las disposiciones legales vigentes.

En este contexto, no se puede ignorar que la obsolescencia y subdesarrollo de la clase política en el poder es tan dramática que no es novedad y ni siquiera sorprende la inopia gubernamental, que al volver la política en antipolítica, nos ha llevado a la derrota sexenal sin importar qué fórmula o partido gobierne.

Este proceso electoral municipal es una oportunidad para plantear algunas reflexiones en torno a la dimensión de la responsabilidad social de partidos políticos y candidatos; distinguir los factores que la fortalecen; trazar los compromisos que propicien una sana interacción en la atención de las demandas ciudadanas, con una oferta política que permita a partidos y candidatos recobrar la confianza y credibilidad; fomentar la participación libre abierta y plural de la ciudadanía; retomar el papel de conductores sociales y líderes cercanos a sus bases y a la sociedad; y cumplir sus promesas y obligaciones de garantizar el Derecho Humano al Buen Gobierno.

El estancamiento político no debería bloquear la acción gubernamental.

Partidos y candidatos tienen que comprometer con la sociedad el voto programático y diseñar propuestas de políticas públicas que mejoren no sólo la prestación de servicios públicos municipales, sino que ayuden a crear condiciones para promover y aprovechar la potencialidad de los recursos humanos, naturales, turísticos, productivos y culturales con que cuentan, que ayuden en alguna medida a la economía de la población y propicien el crecimiento económico, atrayendo inversiones, generando ocupación y un mayor desarrollo social, que se refleje en una mejora de los servicios de educación, salud y bienestar social.

Además, deben imponerse un fuerte compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas; con la participación ciudadana, el combate a la corrupción y la impunidad; y fortalecer el Estado Democrático de Derecho, mediante un marco regulatorio municipal que defina reglas claras y genere confianza y certidumbre.

Hoy en el inicio de procesos electorales municipales, en medio de una desoladora fragilidad democrática, nada tan aleccionador para los partidos políticos como lo que sostienen Levitsky y Ziblatt en su libro Cómo mueren las democracias: “…la senda electoral…es peligrosamente engañosa, parece enunciarnos que la simulación desde el utilitarismo programático de partidos y candidatos, se puede ceñir para el engaño velado en un proceso electoral…”. De esta pócima del mal de brujos y hacedores de milagros políticos, el pueblo se ha tragado las gotas amargas y no debe ser la realidad que prime y condene el voto a la indignidad política.

En la selección de candidatos, los partidos políticos deben estar muy atentos para identificar al mesías autoritario y no postular a quienes rechacen las reglas democráticas, nieguen la legitimidad de sus oponentes, muestren intolerancia, estimulen la violencia o socaven las libertades civiles.

En la otra cara de la moneda de la gobernabilidad democrática, se encuentra como vector de la tarea pública, la sociedad civil y la participación ciudadana. Empero, su anquilosamiento y desdén ante el ejercicio de gobierno, nos hace volver al pesimismo de la inteligencia de Gramsci, que es el optimismo de la razón analítica, que nos señala que debemos advertir y advertirle al pueblo que si hoy gozamos de un Contrato Social y alabamos su existencia, no podemos rescindirlo sin consciencia a su razón de ser, por el contrario, la sociedad organizada y la participación ciudadana vigilante y articuladora de la tarea pública, es la verdadera esencia de una democracia gobernada por el pueblo.

Cuando muere la democracia, muere el pueblo. Se extingue la razón de la convivencia armónica que procura las oportunidades del todo societal.

La matriz de la gobernabilidad democrática se esgrime desde la horizontalidad entre ciudadanía y gobierno. Su praxis realizadora en la tarea pública es la que marca la trasformación de la realidad social, lo contrario presupone retórica y discurso hueco y demagógico que flagela el alma de la Nación.

¿Por qué debe preocuparnos construir gobernabilidad democrática? Una sola postura sobresale a este cuestionamiento. El pueblo.

Agenda

  • Particular importancia tiene para el proceso electoral de Hidalgo y Coahuila, el hecho de que el próximo 3 de abril concluye el encargo de los consejeros Pamela San Martín, Marco Baños, Benito Nacif y Enrique Andrade. En pocos días se aprobará la convocatoria para el proceso de selección de quienes integrarán el próximo Consejo General del INE.

Fuente: Perspectiva

Por: Esteban Ángeles

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