Ha dejado nombrados, la LXI Legislatura del Congreso Local de Tlaxcala, en un  proceso muy desaseado y opaco (muy lejos del ideal de parlamento abierto) a los tres nuevos Comisionados del Pleno del Consejo General del Instituto de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales del Estado de Tlaxcala (IAIP).

Para propiciar el escalonamiento en los nombramientos futuros, ha nombrado a uno de ellos (la cuota al orticismo, del ex gobernador Héctor Ortiz, se dice), David Cabrera Canales por tres años, a Francisco José Morones Servín (la cuota panista, dicen también) por cinco años y a Marlene Alonso Meneses (la cuota para el PRI) por siete años.

Pensando precisamente en ella, por el hecho de además haber sido nombrada como Presidente por los próximos tres años, recordé aquello de la “obligada ingratitud” de la que habla Jaqueline Peschard, necesaria en aquellos que son nombrados para los órganos con autonomía constitucional, como es el caso.

Independientemente de lo que pueda ocurrir con las impugnaciones al proceso que ya se han presentado, me parece importante reflexionar en torno a lo que podría ser la visión del IAIP Tlaxcala, en un ejercicio prospectivo a siete años.

Visión o propósito que, sobre todo la inminente Comisionada Marlene Alonso, debería tener en mente, según mi humilde opinión.  Y esa no es otra más que la de un instituto consolidado en todos los sentidos, pero principalmente en su autonomía respecto tanto al poder ejecutivo como el legislativo.  Pienso que las oportunidades para lograrla son mayores que las amenazas, aunque en el plano interno, quizá sí las debilidades sean mayores que las fortalezas, aparentemente.  Considero autocríticamente hablando que hay un deterioro oculto acumulado en sus nueve años de existencia, que esperemos que cuando se haga público, los titulares del órgano sepan afrontarlo exitosamente.

Por eso pienso que el papel importante puede estar en manos de Marlene, quien no se puede decir que no tenga la experiencia suficiente.  Ha estado en ese organismo prácticamente todo lo que lleva de vida y los últimos seis años ha sido parte del equipo que se encarga de lo que yo llamo su función sustantiva, como Secretaria de Estudio; que es garantizar jurídicamente los derechos de acceso a la información pública (DAIP) y de protección de los datos personales (PDP).

Rubro en el que según el Índice Nacional de Órganos Garantes del DAI (INOGDAI) se mejoró mucho desde la primera evaluación de 2013 (año en que me tocó ser presidente de la entonces CAIPTLAX), en que se obtuvieron, en este rubro 55,6 puntos y como ya lo he escrito aquí en su momento, de las cuatro categorías de análisis del índice, la relacionada con la “Resolución de controversias”, dice el informe que “el promedio nacional fue de 44.15 puntos en la cual únicamente Tlaxcala obtuvo una puntuación por encima de los 90 puntos (96.67)…”

Y en esa labor ha estado, de cerca, Alonso Meneses. Por lo que, si se mantiene ese equipo considero que no debe haber problema en seguir en ese rumbo.

Pero, la cuestión no concluye allí. Está la otra gran tarea de estos órganos que es lo que llamo la función socializadora.  Es decir todas aquellas actividades necesarias para lograr que la gente, conozca tanto el DAIP como la PDP, aprenda a ejercerlos y principalmente se dé cuenta de su utilidad.  Ese rubro identificado en el INOGDAI como la “Promoción del Derecho de Acceso a la Información” se habría dado, a la inversa, una gran caída; ya que se pasó de 77.8 a menos de 30.

Entonces es donde considero que la “obligada ingratitud” de Marlene Alonso será vital.  Tendrá que, pienso yo, voltear hacia todos los espectros de la política tlaxcalteca para identificar las ventanas de oportunidad existentes en todos los rumbos, tanto en el nuevo gobierno de Marco Mena (en cuyo gabinete por cierto puede ser benéfico el nombramiento de Manuel Camacho Higareda como Secretario de Educación Pública), como en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, que se puede convertir en un gran aliado, si es que se hacen a un lado los colores partidistas, o promoviendo que las organizaciones locales de la sociedad civil, se interesen más en el tema.

De lo que se trata es socializar lo más posible éste y otros relacionados, como la cultura archivística, la libertad de expresión, la rendición de cuentas o el gobierno abierto.  Es decir buscar que sean parte de la vida cotidiana de todas las personas.  Vengo diciendo desde hace ya un buen rato que principalmente de los niños y los jóvenes, porque la verdadera solución a flagelos como la corrupción es generacional.  Por lo tanto si no trabajamos con ellos, estaremos dejando un flanco importante de la batalla por la plena democratización y demostraremos que no tenemos la mínima intención de ejercer la solidaridad intergeneracional.

Conozco bien a Marlene Alonso y siento que es el momento para que dé (confío en que así será) un gran salto en su desarrollo profesional, para lo que requiere buscar que sus compañeros, quienes se irán antes que ella del órgano, le den todo el apoyo necesario.  Conozco también a David Cabrera y pienso que su raigambre universitaria aportará lo suficiente, pese a ser relativamente nuevo en el tema.

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