Dejemos de Hacernos Pendejos (DHP) es una organización mexicana que quiere erradicar el dinero en efectivo. Sin billetes en la economía sería más fácil combatir el crimen, no habría lavado de dinero, se dificultaría la corrupción y nadie podría escaparse de pagar impuestos.
Es una utopía y sin embargo el razonamiento detrás de la propuesta resulta poderoso.
¿Le tocará a nuestra generación ver cómo desaparece el papel moneda? Es difícil saberlo pero en México, por lo pronto, está sucediendo lo contrario: la gente no tiene apetito por hacer transacciones con dinero electrónico sino por más y más billetes.
Los reportes mensuales del Banco de México sobre los agregados monetarios afirman que entre julio de 2014 y julio de 2015 creció en un 19.5 por ciento la demanda por dinero en efectivo; sobre todo por los billetes de a quinientos pesos.
No se trata de un comportamiento normal. Para ponerlo en contexto vale decir que entre enero de 2013 y enero de 2014 la demanda por papel moneda creció sólo en un 5.8 por ciento. El contraste es grande: apenas 18 meses después el volumen de dinero en efectivo en manos del público se multiplicó por tres.
¿Qué está pasando? ¿Le tenemos ahora una mayor desconfianza a las operaciones financieras modernas? ¿Preferimos el colchón a los bancos? ¿Nos gustan más los fajos de dinero en el armario que el estado de cuenta sobre el escritorio?
No hay respuesta obvia pero caería bien estudiar la cuestión y es que en un plazo brevísimo la economía mexicana se volvió más informal.
Hoy es más fácil lavar dinero, corromper y evadir los impuestos; prácticamente un 20 por ciento más fácil que en verano del año pasado.
La primera anomalía se registró entre marzo y abril de 2014. Porque se trata de fechas cuando los mexicanos pagamos impuestos, cabe suponer que algo tuvo que ver la reforma fiscal.
Doce meses después volvió a repetirse el síntoma; entre febrero y abril las ganas por billetes grandes dieron otro salto.
Podría argumentarse que la anomalía observada es el resultado de un intento deliberado de los contribuyentes para evadir impuestos. Están dispuestos a pagar y también a cobrar en efectivo con tal de evitarse cualquier trato con el SAT.
Acaso la cuestión tiene que ver con la muerte del secreto bancario en México.
Si el único lugar donde los secretos puede guardarse es en el colchón, pues ahí está yendo a parar el dinero. A lo anterior se suma que no hay más incentivos para confiar los ingresos al banco. Si no mejora, por ejemplo, la posibilidad de obtener un crédito y la tasa de rendimiento es miserable, ¿porqué razón apartarse del efectivo cuando ello implica desnudarse al mismo tiempo ante Hacienda?
De mantenerse la tendencia, en un par de años la economía formal mexicana —gobernada por el dinero electrónico— sufrirá un quebranto grave.
Ocurrirá exactamente lo opuesto a lo planteado por DHP: un tsunami de billetes borrará del mapa a las otras formas de transacción monetaria.
Todo habrá sido resultado de un incentivo perverso que promovió con furia y sin preverlo al México informal.
ZOOM: Adelantar y medir las consecuencias de la política pública es una buena forma para DHP.
Fuente: El Universal