Lamentablemente la evidencia muestra que ese mundo, ese triunfalismo de la política social, es tan falso como un billete de dos pesos.

La narrativa oficial de que el país va “muy bien” en todos aspectos, y en particular en lo social, contrasta con la realidad y la evidencia. Se habla de que la economía está repuntando, que la inflación va a la baja, que casi no nos hemos endeudado y que el horizonte para las finanzas públicas está despejado. En lo social, se dice que el salario mínimo ha elevado los salarios como nunca, que la pobreza ha llegado a mínimos históricos y que en breve tendremos cientos de clínicas y hospitales de primera calidad operando en todo el país, y especialmente en los lugares donde viven los más pobres.

Lamentablemente, la evidencia muestra que ese mundo, ese triunfalismo de la política social, es tan falso como un billete de dos pesos. Los datos revelan que el desmantelamiento de las instituciones del Estado, de sus capacidades, y la gestión pública llevada más por amigos y lealtades políticas que por excelencia en el servicio público, tiene sus consecuencias. Y esas consecuencias ya son palpables el día de hoy.

En el último reporte de Signos Vitales, “México social a revisión” (https://signosvitalesmexico.org.mx/reportes/), queda claro que en los diversos temas sociales como la salud, la educación, ciencia y tecnología, la pobreza y la exclusión, los datos muestran un retroceso muy grave. Las brechas entre los más privilegiados y los más pobres, entre los indígenas y el resto de la población, entre los excluidos y los que no lo son, se han ampliado cada vez más.

Desde mi punto de vista, el daño más grave es la tragedia del número de muertos por encima de lo esperado durante la pandemia y tras sus secuelas. Es verdad que en todos los países hubo muchos fallecimientos por esa causa, pero México es uno de los países donde este exceso de muertes fue mayor (39.1 por ciento), que equivalió a 793 mil 625 fallecimientos. Es una cifra brutal que llevó la esperanza de vida de los mexicanos al nacer a 70.1 años, casi cinco años menos que en 2019, y uno de los países del mundo cuya esperanza de vida cayó más. En 2022, México estuvo dentro de los primeros cinco países con menor gasto en salud per cápita, con un promedio de 626 dólares por persona. De ahí el deterioro de la atención a las necesidades de salud individuales y de la población en su conjunto. No extraña que el número de personas sin acceso a servicios de salud llegó a 50.3 millones en 2022 (39.1 por ciento de los habitantes), 30 millones de personas más frente a lo reportado en 2018. A eso le agregamos la insuficiente vacunación: en 2021 sólo uno de cada tres niños (hasta un año de edad), 27.5 por ciento, contó con el esquema completo de vacunación. Las consecuencias de la desaparición del Seguro Popular, su fallida sustitución por el Insabi y la errada política de trasladar esa carga al IMSS-Bienestar, se reflejan en este panorama desolador.

En la educación las cosas tampoco van bien. El desmantelamiento del Instituto Nacional de Evaluación Educativa al inicio de este sexenio apagó el faro que nos indicaba el desempeño de la política educativa. Apenas hace unos días, la institución que lo sustituyó emitió un reporte sobre aprendizaje, cinco años después, que muestra un grave deterioro. En el reporte de Signos Vitales se muestra que la pandemia mal manejada dejó pérdidas hasta de 1.5 años de aprendizaje del 2019 al 2021, tras el cierre de las escuelas. Las pérdidas en lectura y matemáticas fueron más profundas para los más pequeños (menores de diez años) y los más pobres. La mayor pérdida fue en el nivel medio superior, con una reducción de menos 72 y menos 51 puntos porcentuales en lenguaje y comunicación y matemáticas respectivamente, entre las aplicaciones Planea-INEE y Planea-Ibero. La SEP no ha implementado programas remediales como en el resto del mundo. A ello podemos agregar el abandono escolar. Por tercer año consecutivo se ha registrado una caída de 2.5 por ciento en la matrícula de educación media superior y de 0.5 por ciento en superior.

Existe un espejismo respecto a la reducción de la pobreza. Por un lado, el Coneval reporta una disminución de 5.6 puntos porcentuales en 2022 respecto a 2018, pero investigadores destacados de la UNAM, encabezados por Fernando Cortés, reportan que la reducción fue casi cero al hacer comparables las cifras con las anteriores. La polémica que ha surgido a raíz de estas cifras podría resolverse de manera sencilla si el INEGI corriera el llamado Modelo de Continuidad Estadística (MEC) para 2022, diseñado para asegurar la comparabilidad de los datos en el tiempo, y lo publicara. Y que el Coneval lo utilizara y publicara, en lugar de apelar a una nota técnica donde asegura que no hay “razones metodológicas” para hacerlo. De esa manera quedaría resuelto el diferendo. Preocupa que la decisión del INEGI de no correr el MEC se suma a otras decisiones cuestionables desde que asumió la presidencia Graciela Márquez, como ya no considerar la información del Siged (Sistema de Información y Gestión Educativa) como de “interés nacional”, entre otras.

El falso triunfalismo gubernamental sobre la situación social del país invita a la reflexión y al análisis, a considerar los datos duros y la evidencia recabada de manera profesional para evaluar la situación real del país. Como bien reza el eslogan del Coneval, “lo que se mide se puede mejorar”.

Fuente: El Financiero