México atraviesa un delicado momento político, donde la democracia es frágil y sus actores deambulan en un extravío sin precedentes. El sufragio empoderado de cultura política debe encumbrarse en el proceso electoral del próximo 7 de junio y exigir de partidos políticos, instituciones y ciudadanos, la responsabilidad de participar con civilidad, libertad, paz y madurez.

En los comicios municipales, las acciones de todos los actores deberán mostrar la salud democrática y conciencia social, en un proceso político en el que el ejercicio de ciudadanía, trasciende para exigir y cocrear la tarea pública tomando decisiones horizontales entre sociedad civil y sociedad política.

La ausencia de este ejercicio cívico propicia el aislacionismo político de la ciudadanía, el anquilosamiento de los partidos, la inopia de la clase política en oposición, y mantiene a nuestra democracia en el subdesarrollo político. Superar estos vectores impedirá que el poder político se concentre en una minúscula élite gubernamental, que amenaza con capturar a las instituciones que todavía ejercen autonomía política.

En este trazo, el proceso electoral que enfrentará la ciudadanía en Hidalgo, se da en el contexto de un clima álgido y convulsionado de la política nacional, por lo que debe marcar un profundo cambio en la dinámica social, para hacer del sufragio la herramienta que fomente la cultura cívica, la participación ciudadana y la prevención y combate de delitos electorales.

¿Cuáles son algunos de los elementos vitales para afianzar este proceso electoral?

En primer término, está la rendición de cuentas, aspecto fundamental para que el financiamiento que reciban partidos y candidatos constituya el imperativo categórico de la transparencia; en segundo lugar, reclamar la postulación de candidatos que acrediten conocer la problemática del municipio que pretenden gobernar y las funciones y obligaciones del cargo al que se postulan; en tercer término, exigir que los candidatos demuestren una reconocida imagen pública, arraigo social y experiencia, para que su compromiso y disposición de servir y trabajar, se convierta en palabra de gobierno.

Particular atención reclama la violencia política que hoy asume nuevos rostros, ya que se trata de un delito electoral que no sólo daña la libertad de los ciudadanos, sino que pone en riesgo la tranquilidad psicológica y moral de una sociedad, intimidada por la violencia política en contra de las mujeres.

También resulta desgarrador apreciar el asalto en despoblado con actividades prohibidas, como los actos anticipados de campaña; la compra de votos; las amenazas y la coacción, que utilizan la violencia para impedir que las personas hagan algo en contra de su voluntad; las prácticas anacrónicas de condicionar la prestación de un servicio público; el beneficio de programas sociales a cambio del voto; la utilización indebida de bienes y servicios públicos para campañas políticas; y el intervencionismo gubernamental que haga del ejercicio electoral el síndrome de la catástrofe de la democracia nacional.

La participación ciudadana en Hidalgo de cara a las elecciones del 7 de junio, no puede constituir la crónica de una muerte anunciada del sufragio; por el contrario, debe ser el paso del gigante social, que es capaz de decirle al Estado que la voluntad del pueblo se respeta, que nada puede obstruir la razón de la ciudadanía, desde ninguna maquinaria pública o privada.

La vitalidad de la gobernabilidad democrática como una sola fuerza de acción ciudadana, debe garantizar la legitimidad del ejercicio político-electoral. Es el momento de establecer el voto programático, para hacer de la universalidad del sufragio una ventana de oportunidad social, y de la libertad del voto directo, el mandato directo del cambio de rumbo que espera la ciudadanía para devolverle al ejercicio público la entereza y responsabilidad que todos estamos esperando.

Empero, estos argumentos ciudadanos exigen partidos de vanguardia, dinámicos y constructivos, que no se duerman en las arenas del presupuesto o en las rencillas espurias de cúpulas que no toman en cuenta a sus bases militantes, ni a la sociedad. Este es el imperativo ciudadano para brindar el voto, no para hacer gobierno, sino para hacer Nación.

La prospectiva de este escenario es clara: si los actores políticos en oposición no actúan con conciencia y civilidad, se decapitará el sano proceso de construcción de una ciudadanía activa y efectiva, que unida a partidos e instituciones, garanticen la voz del pueblo que hasta ahora permanece aletargada y esta inmovilidad es el primer paso para caer en el destierro político de la Nación.

No se puede ni debe olvidarse que el fortalecimiento del Estado ha transitado por la vitalidad democrática de sus actores, ya que esta condición hizo posible la alternancia en el poder y fue la sinergia ciudadana el factor de que le dio solidez y capacidad de acción al INE, e hizo del INAI la fuerza orgánica para abrir y controlar la visibilidad de los actores políticos y ciudadanos, que intervienen en la construcción del ejercicio público.

Una nación grande aprende de su pasado, sabe que cometer errores es parte de la historia de los pueblos, pero también entiende que debe exigir del ejercicio público los aciertos lógicos de una administración congruente con las fortalezas y debilidades del país.

La ciudadanía no requiere nuevas lecciones de democracia. De la dramática erosión de la pobreza y la desigualdad, aprendió que quedarse en sus casas no genera tranquilidad, armonía o paz, sino el secuestro tácito que le complace a los que hoy se sirven de la democracia y del encargo público, para quebrantar la paz y la armonía social, porque al no cumplir la tarea pública, se quebranta el valor del sufragio, se vuelve nula la soberanía popular y se despilfarra la razón ciudadana.

El extravío político de candidatos, partidos e instituciones, no es aceptable. Las evidencias de este quiebre político, donde partidos e instituciones son las huellas nítidas de una democracia en agonía y la letanía demagógica de la promesa barata o del populismo complaciente, describen a una clase política indolente y sin conciencia social, que en algunos casos, en el atropello de Estado ha construido un mundo imaginario, que debe derrumbarse el 7 de junio, cuando el pueblo emerja de su letargo.

Agenda

  • El informe de INEGI confirmó el decrecimiento de la economía nacional en 2019 en -0.1%, primera contracción desde la crisis financiera global de 2009, empero el presidente López Obrador, aseguró que: “él tiene otros datos y puede decir que hay bienestar y que puede que no se tenga crecimiento, pero hay desarrollo y hay bienestar” y anunció la creación del “Gabinete para el Crecimiento Económico”.

Fuente: Perspectiva

Por: Esteban Ángeles

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