El derecho humano a la participación ciudadana, postergado por la inmadurez democrática del sistema político y de gobierno, causa la atomización y fragmentación de la ciudadanía, que deambula entre la despolitización y el fracaso de la tarea pública.

Las instituciones y los servidores públicos, se han convertido en gigantes de piedra. Entes cuya lejanía y aislacionismo político de la ciudadanía, crearon la mayor paradoja democrática: la generalización del sentimiento anti-establishment.

Los procesos de una democracia deben ser esencialmente ciudadanos. Toda representación política ajena a la ciudadanía, deteriora el sistema de partidos, los hace perder el piso democrático y menoscaba la legitimidad de su origen, ya que, al actuar privilegiando el cálculo electoral, desconocen la voz de su militancia y de la sociedad, extingue al sufragio como anhelo programático de la ciudadanía en el ejercicio de gobierno, y conduce lamentablemente, al fracaso del Estado.

Los ánimos y las consciencias de las élites del sistema político, no advierten que lo vital es superar el déficit de ciudadanización institucional, cuyo efecto dominó ha deteriorado la gobernabilidad, credibilidad y confianza ciudadana.

En este escenario, la fragilidad del sistema de partidos, producto de la pérdida de conducción ideológico-social, provoca el ascenso de arquetipos mesiánicos; seres que desde el autoritarismo hasta el populismo, pretenden sustituir la razón de Estado y la soberanía popular, por el liderazgo unipersonal.

La conmoción que ha significado el ascenso de Trump en Estados Unidos, y recientemente, la derrota de los partidos tradicionales ante el triunfo de Emmanuel Macron en Francia, condensan una virulenta reacción ciudadana anti-establishment. La ciudadanía, con nitidez política, castigó al tradicionalismo partidista y condenó su añejamiento, porque han causado la dispersión y fragmentación de las oportunidades sociales.

El clima de indignación social fue más allá de la racionalidad y sensatez ideológica. Optó por el pragmatismo político, que no necesariamente es la mejor alternativa al desencuentro que vive la ciudadanía con la institucionalidad.

En esta tesitura del juego político, la elección presidencial en Francia advirtió que ninguno de los contendientes podía obtener la mayoría del voto popular en una primera vuelta de la jornada electoral. Resultados precarios y un marcado abstencionismo, aunado a la fragmentación del voto entre los candidatos participantes, condujo a una segunda vuelta de la contienda, que cifrada en el sufragio popular, construyera con el voto útil, la legitimidad de una mayoría efectiva, correspondiendo el triunfo a Emmanuel Macron.

Sobresale de la cultura cívica y de la ingeniería electoral francesa, el diseño de la segunda vuelta, la racionalidad y moderación política; la calidad de la democracia, la equidad, la civilidad y la participación ciudadana informada para el uso del voto útil; condiciones todas que elevan la confianza ciudadana, moralizan las estructuras y acciones operativas del quehacer público, incrementan la legitimidad política y ratifican la capacidad e inteligencia institucional en la administración de los procesos electorales.

Destaca de manera ejemplar la condena de las anomias por actos de corrupción y falta de probidad pública, lo que explica el sentimiento anti-establishment, condición atendida y observada por la ciudadanía y asumida por los responsables, produciendo consecuencias que fortalecen el sentido de legalidad y honradez para el ejercicio del poder público.

Estas circunstancias evidencian la necesidad de repensar las políticas públicas anticorrupción y el marco jurídico electoral referente a los comicios basados en mayoría simple, ya que el frágil equilibrio que aportan por una cuestionada calidad democrática, se suma a la disfuncionalidad institucional, debilita el ejercicio de gobierno, insuficiente para enfrentar una precaria credibilidad ciudadana sobre la legitimidad en la constitución de poderes públicos.

El ciudadano no está en contra del Estado, sino del manejo que han hecho las élites del poder, que se han servido de sus prerrogativas políticas para convertirlas en privilegios estamentales, haciendo de la política un ejercicio ciego, proclive al abuso del poder, al peculado y al enriquecimiento ilícito, perdiendo sentido e interés para la ciudadanía.

La reacción concreta de la ciudadanía ante este atropello social, producto del anquilosamiento, del vacío de representación y de la pérdida de conducción social de los partidos políticos, es el ascenso de movimientos y organizaciones de la sociedad civil, formas cuya vertebración orgánica, hace de estos colectivos ciudadanos, plataformas de deliberación activa para restituirle a la sociedad el control del Estado.

Estas expresiones orgánicas de la sociedad civil son los vectores de la participación ciudadana libre, abierta y plural, empero, pasan inadvertidos para la partidocracia, ignorando que politizan significativamente el interés público para construir las oportunidades sociales y trabajar en la corresponsabilidad de la toma de decisiones.

La frágil confianza en las instituciones y en el sistema de partidos, sumada al desconcierto y apatía política que prima en el tejido social, constituyen un obstáculo que hay que superar, ya que mientras no se ciudadanicen las estructuras institucionales y se establezca la participación ciudadana como derecho humano en la transversalidad del quehacer público, el futuro de la democracia estará perdido.

Si la política es verdaderamente el fin último de la función unitaria del Estado, hoy debe recuperar su virtud de armonización sistémica; hacer de la democracia el espacio de todos; dar aliento a la recomposición social, a la moralización e inteligencia institucional al servicio del pueblo, en particular de los que menos tienen, de aquellos que con su voto encumbran un escaño o curul, que dan vida a la representación de un servidor público o de un partido político, cuyo único anhelo es que su voz sea la voz del gobierno.

Agenda

  • El Presidente Enrique Peña Nieto y el Gobernador Omar Fayad Meneses, dieron inicio a los eventos conmemorativos del Día Internacional de la Diversidad Biológica, en un paraje de Mineral del Chico, Hidalgo, donde se enfatizó la importancia de preservar y detener la pérdida de la biodiversidad en el uso sostenible de los ecosistemas. Estuvieron presentes la Secretaria Ejecutiva del Convenio sobre la Diversidad Biológica de la ONU, así como los Secretarios del Medio Ambiente y Recursos Naturales, Turismo, y Agricultura del Gobierno Federal.

  • El atentado en Manchester, Inglaterra, se suma a la lista de ciudades y países donde el terrorismo islámico afecta lamentablemente a la sociedad civil que seguirá pagando las consecuencias políticas de este desencuentro.

  • El atentado a la integridad personal de periodistas, constituye un quebranto a la libre expresión, a la dignidad y a los derechos humanos, situación que condenamos enérgicamente demandando la atingente Procuración e Impartición de la Justicia en el país.

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