Les preocupan las palabras que se usan, porque con ellas están gobernando. Y tienen razón: las palabras importan porque aportan significados, otorgan sentido a los cursos de acción y enmarcan la interpretación de los hechos. Como ha sugerido Yuval Noah Harari, gracias a las palabras el homo sapiens pudo imaginar y crear lo que no existe, derrotando con ellas a los neandertales quienes, aun siendo más fuertes, sólo podían lidiar con las cosas que formaban su entorno. Para estos no existía sino aquello que se tocaba; para los homo sapiens, en cambio, los recursos se creaban con las palabras.
La sociedad humana está afincada en grandes palabras: Dios, Estado, Derecho, Soberanía, Nación, Democracia -entre otras que aquí me permito escribir con mayúsculas – cuya existencia material depende de las personas que las pronuncian y del significado que les otorgan. Para darles contenido tangible, las
sociedades hemos creado rituales: es imposible tocar a Dios pero es posible asistir a una congregación religiosa, donde se encarnan los objetos y las imágenes que lo representan; el Estado no existe sino como producto de la pugna por el control de los territorios, pero sí existen los cargos públicos, los ejércitos, las fronteras, las burocracias que nos gobiernan; la Nación no puede cosificarse, pero nos rodean los símbolos patrios, las banderas, los himnos.
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Por: Mauricio Merino
Fuente: El Universal