El gobierno no tiene la culpa del huracán Otis, la devastación ha sido terrible, las pérdidas millonarias y no creo que nadie lo festeje ni esté contento con esto. Los problemas con el tema del huracán son muchos, las desgracias tienen la característica de que exhiben de manera clara las deficiencias. Las reacciones de los gobernantes antes los desastres dejan claro su tamaño como líderes sociales y estadistas.

El primer reclamo está en la falta de aviso, el huracán tomó por sorpresa a la mayoría de la gente en Acapulco y uno se pregunta si no era posible prever lo que se venía, eso me recuerda un poco a la pandemia covid-19, cuando el mundo ya estaba de cabeza con contagios y aquí el presidente seguía diciendo que nos abrazáramos y que no pasaba nada, pretendiendo contener todo con un “detente”. La resistencia a prevenir, como si negar un peligro lo hiciera menos inminente. Dos desastres diferentes pero la misma forma de actuación, minimizar la amenaza, no voltearla a ver.

Minimizar el reporte de daños, decir que gracias a Dios no fueron tantos muertos, y que las vialidades están ya despejadas, todo esto me recuerda también al covid-19 y la famosa frase de “ya domamos la pandemia” mientras que en la realidad las cosas iban de mal en peor. La verdad no estoy en Acapulco, no sé cómo sean las cosas verdaderamente, pero las redes nos llenan de imágenes desastrosas y revueltas sociales intensas, la minimización del daño para hacer control mediático no reduce los daños reales. De nuevo la misma reacción en los dos desastres, asumirse como la víctima, culpar a los opositores por difundir las noticias, y dedicar el tiempo a pelear en lugar de resolver.

Y finalmente el tema de monopolizar la ayuda es una afrenta para la solidaridad natural del pueblo de México, “No vamos a permitir que nadie se aproveche de la desgracia” fueron las palabras del presidente, que como siempre se dispuso él a controlar la ayuda aprovechándose institucionalmente de la desgracia. Los mexicanos ayudamos siempre, impedir el acceso de la ayuda, controlarlo todo, para que todo lleve el sello de la casa y los damnificados tengan claro que se la deben al gobierno, sin tener además la capacidad de cubrir efectivamente todas las necesidades. No pueden solos y no quieren permitir la ayuda social, fue necesario que el Poder Judicial, que sí hace mucho por el pueblo de México, emitiera una suspensión para efectos de que se permitiera la llegada de la ayuda de la sociedad civil por otros medios que no fueran la vía federal.

Nadie festeja la desgracia, a nadie le beneficia, se pide al gobierno que no niegue el problema, que lo enfrente, no monopolice la ayuda, no haga uso electoral de la desgracia y maneje todo con la mayor transparencia. Que la división que existe hoy en México no sea motivo para limitar la ayuda.

Fuente: Milenio