En las dos cámaras del Congreso de la Unión se han iniciado ya los procesos que llevarán a la designación de quienes encabezarán las instituciones emblemáticas de la transición democrática mexicana: el IFAI y el IFE (ahora denominado: INE). El primero será conducido por el Senado y el segundo por la Cámara de Diputados y, aunque cada una de las cámaras ha comenzado a seguir procedimientos formales distintos, lo único que sabemos a ciencia cierta es que, en ambas, el resultado no será tanto el producto de esos rituales, como de los acuerdos a los que lleguen los grupos parlamentarios. Es decir, a la luz pública se abrirá el espectáculo, pero las decisiones fundamentales se tomarán a puerta cerrada.
Admito, desde luego, que la conformación de un Comité Técnico de Evaluación, nombrado por una amplia mayoría de los grupos parlamentarios con el encargo de revisar y juzgar las trayectorias y las credenciales de quienes aspiren a ocupar un asiento en el Consejo General del nuevo INE, constituye un buen paso para mitigar la discrecionalidad política de esos nombramientos; y también que el método de insaculación propuesto para conjurar el riesgo de la falta de acuerdos entre los diputados al cumplirse el plazo para integrar ese órgano, es un fuerte incentivo para que los partidos generen consensos a tiempo. Esos dos candados son bienvenidos. Pero aun así, seguirá siendo cierto que el resultado será el producto de las negociaciones discretas entre partidos.
Quienes habrán de juzgar la “idoneidad” de los candidatos al cargo de consejero electoral no serán los diputados federales, sino los integrantes de ese Comité Técnico recién integrado, quienes además habrán de establecer “un método de evaluación que incorpore criterios objetivos para evaluar (sic) el conocimiento, la experiencia, trayectoria personal, profesional y solvencia ética de las y los aspirantes, procurando el principio de equidad de género”. Y con ese método habrán de seleccionar a 55 personas entre todas las que se inscriban a esta nueva versión del espectáculo de los nombramientos. No obstante, ninguno de esos “criterios objetivos” obligará después a los diputados. Tras la lista de los idóneos, vendrán las negociaciones definitivas en busca del equilibrio.
Y en el Senado, por su parte, esta misma semana comenzó la otra puesta en escena, con la comparecencia pública de los cuatro comisionados del IFAI que buscan su ratificación en el puesto. Fue una larga sesión, en la que algunos senadores tuvieron el buen toque de mezclar sus propias preguntas con las formuladas por dos reconocidas organizaciones de la sociedad civil —el Colectivo por la Transparencia y México Infórmate— que, sin embargo, careció de aquellos “criterios objetivos” que estarían buscando los diputados. Al concluir, nadie pudo afirmar si los comisionados salieron con éxito de esos encuentros o no, ni tampoco compararlos entre ellos, porque nadie se ocupó de establecer los parámetros previos para evaluarlos. Fue, en todo caso, un espectáculo que no tuvo más propósito que abrir una pasarela a los aspirantes y mostrar, acaso, la apertura de los senadores a las inquietudes de una parte de la sociedad civil agrupada para estos temas. Pero al final serán las negociaciones políticas las que determinen el resultado.
Por supuesto, es mejor que se haya escuchado públicamente a los comisionados del IFAI que quieren seguir en sus puestos —como en su momento probablemente se escuchará también a los aspirantes a ocupar las plazas vacantes—, y es plausible la labor encomendada al Comité Técnico entre los diputados. Pero lo cierto es que el patrón decisivo seguirá corriendo por otras cuerdas: una cosa será el espectáculo presentado a los medios, con toda la parafernalia de comparecencias, evaluaciones formales y debates abiertos, y otra distinta la cocina política de la que saldrán, como siempre, los nombramientos definitivos.
Fuente:El Universal