Todos los moralistas y filósofos, de Santo Tomás a Carl Jung, están de acuerdo en que denunciar hipócritas compulsivamente, a diestra y siniestra, suele ser evidencia de hipocresía
Ya me he interesado antes en el defecto moral que más parece encabritar al Supremo: la hipocresía. Es curiosa la frecuencia con que el virtuoso asesta su formidable espada-dedito, como un mosquetero, en las narices de quienes juzga hipócritas, basándose en un hallazgo de su evolución intelectual, cuando postuló que “no cabe duda de que la verdadera doctrina de los conservadores es la hipocresía y son muy cretinos” (sic).
Estas frasecitas sobre las que El Supremo ya dictaminó que “no cabe duda”, se reciclan como “dogma de fe” y son repetidas diariamente en sus conferencias de prensa, tan sinceras. Y en ellas siempre, cuando llega al cotidiano momento de denunciar a la hipocresía, es que el Supremo Rostro se retaca de ira justiciera, los carrillos le burbujean de furia, la quijada se pone belicosa, la lengua navajea y los ojillos se afilan y así, hasta que la lengua suelta el karatazo: ¡HIPÓCRITAS!
Hasta la fecha han sido zarandeados de hipócritas y cretinos y hasta de sepulcros blanqueados los conservadores, los derechos humanos, los periódicos y periodistas, los intelectuales abominables, los partidos y políticos que no son del MoReNa, las feministas, las madres buscadoras, los empresarios chocantes, las autoridades electorales, la Suprema Corte, los mexicanos que no son del pueblo y la UNAM que es ¡HIPÓCRITA! por poner exámenes de admisión.
Hay ocasiones en las que, ya mimetizado en el Nunca Hipócrita Mesías, agrega el epíteto “¡Sepulcros blanqueados!”, poniendo así en republicana evidencia su lealtad al Nuevo Testamento, que es donde el Apóstol de la Democracia, el compañero San Mateo, adjudica al Lic. Jesucristo la enunciación de esa feroz diatriba contra los mexicanos que, en verdad, en verdad os digo, que en aquel tiempo se llamaban fariseos: “¡Ay de vosotros, fariseos hipócritas, sepulcros blanqueados que por fuera lucen guapos y por dentro están llenos de huesos y de podredumbre!”.
Qué problema que a esos sepulcros les dé a veces por la hipocresía democrática. Alguna vez, por ejemplo, el Supremo anunció que la divulgación de las declaraciones patrimoniales serían la demostración de que los “sepulcros blanqueados” habían sido expulsados de los altares de la Santa Transformación, pues serían unas declaraciones no blanqueadas ni cretinas. El Supremo Antipócritas ordenó que nadie podría trabajar en su gobierno si no daba a conocer sus bienes y los de sus familiares y amigos, concubinas, concubinarios, concubitantes y todo tipo de concus. Y concluyó, con una de esas tautologías tan sabias suyas: “¡TRANSPARENCIA ES TRANSPARENCIA!”.
Ah, la hipocresía, esa cosa práctica y tan multiusos. Todos los moralistas y filósofos, de Santo Tomás a Carl Jung, están de acuerdo en que denunciar hipócritas compulsivamente, a diestra y siniestra, suele ser evidencia de hipocresía. “Los que quieren pasar por santos”, aquellos vanidosos que pasean su “porte externo de buena conducta moral y religiosa”, esos que andan siempre “tocando la trompeta” suelen ser los peores hipócritas, como dice Santo Tomás de Aquino (un conservador).
Por último, eso de insultar mexicanos con la palabra “cretino” es curioso. El cretinismo es el nombre vulgar del hipotiroidismo, una triste enfermedad congénita que padecen no pocos connacionales. Y bueno, pues el Supremo Humanista prefiere usarla como majadería, a pesar de que acostumbra presumir mucho de su amor a los enfermos, lo que pone en evidencia su hipocresía…
Fuente: El Universal