Para Tania y Layda Negrete, golpeadas en el Zócalo por granaderos del DF el #20NovMX por el crimen de ser ciudadanas.

El presidente Enrique Peña Nieto no entiende que no entiende. México vive un otoño de rabia e incertidumbre. En medio de una crisis sin precedente, el gobierno sólo atina a ofrecer respuestas torpes y convencionales. Hay un riesgo evidente de descontento y anarquía, pero las principales fuentes de desestabilización son las negligencias de la autoridad y el colapso total de los partidos de oposición. Don Jesús Reyes Heroles decía que lo que se opone sostiene. Todo contrapeso es una forma de apoyo. Sin la oposición firme pero constructiva del PAN y el PRD, el gobierno se ha quedado aislado y aturdido por sus propios yerros. Los ciudadanos mexicanos no tenemos un mecanismo institucional o una alternativa electoral para encausar nuestro enojo. La República es una olla exprés sin válvulas de escape institucionales.

Gente que normalmente considero serena y sensata apela al artículo 39 de la Constitución para exigir la renuncia del Presidente. En el Zócalo se quemó la efigie de un judas gigante con copete y banda presidencial terciada al pecho. El peor escenario para México es la erosión de la autoridad presidencial. Pedir la renuncia de Enrique Peña Nieto es exigir un absurdo salto al vacío. El desafío es ayudar al Presidente a recuperar la iniciativa y el liderazgo, a pesar de que parece que él y todo su equipo se quedaron con el huso horario de Beijing y Sydney. Hace 60 días, el mayor reto de Peña Nieto era ejecutar la agenda más ambiciosa de reformas en la historia moderna de México. Hoy la mayor urgencia es asegurar la continuidad de su periodo constitucional.

Para recuperar la gobernabilidad es fundamental reconstituir la confianza o por lo menos, atemperar la desconfianza colectiva. Si el presidente Peña Nieto está indignado con la desestabilización, debería también indignarse contra el conflicto de interés, la corrupción y los negocios que se están gestando al amparo de su mandato. ¿Dónde está el Presidente que, en un ágil acto de liderazgo, despidió al procurador del Consumidor por el escándalo de Lady Profeco? Hoy en el gabinete hay varios secretarios que sólo empeoran el déficit de autoridad del Estado mexicano. Ante esta erosión del mando, el Ejecutivo se ha quedado pasmado. Reconstruir parte de su equipo de gobierno no sería un síntoma de debilidad, sino un acto de sensibilidad y olfato político ante las circunstancias que vive el país.

Mientras tanto, la oposición está con la cola entre las patas sin capacidad de funcionar como contrapeso. La inutilidad y desprestigio del PAN y el PRD son dos de los factores que más contribuyen a la ingobernabilidad. El blanquiazul y el sol azteca tendrían que encarar a fondo sus propias crisis y corruptelas, sin dejar de cumplir su misión primordial de cuestionar e investigar las obscenidades que están a la vista de todos. Si el Presidente supuso que el video de su esposa era una buena ruta para desactivar la bomba de la Casa Blanca, esto demuestra que en su equipo de colaboradores no hay suficientes voces críticas que lo ayuden a prevenir errores.

La única salida de la crisis de la mansión de Sierra Gorda no es vender la propiedad, sino donarla al Estado mexicano o a una ONG como la Cruz Roja. Con los cinco o seis millones de dólares que vale la residencia se puede empezar a construir una clínica o una escuela técnica en Iguala o Ayotzinapa. Es una sustantiva pérdida patrimonial para la familia Peña Rivera, pero hay cosas más importantes en juego.

Señor presidente y señora primera dama: por ustedes y por sus hijos, por la democracia y sus instituciones, por su gobierno y por amor a México: Por favor, donen esa casa.

@jepardinas

Fuente: Reforma