Ya nos dimos cuenta que cambiar al partido en el Gobierno no es garantía de que las cosas mejoren.

Ya casi terminamos por entender que el papel de los legisladores es torcer la realidad a su conveniencia, presentar muchas iniciativas y reformar incansablemente para que todo siga igual, beneficiando siempre a los mismos.

Si ya hemos constatado, por años y años de práctica, que por más promesas que se hagan durante la campaña, llegado el momento siempre habrá algún buen pretexto para no cumplir ¿por qué insistir?

Si las reglas del juego económico y político no favorecen a las mayorías y solamente hinchan los bolsillos de una élite privilegiada, ¿para qué seguir participando? ¿para que asistir a votar? ¿para qué legitimarlos?

¿Cómo vivir en un régimen donde el poder reside en las mayorías solamente a la hora de emitir un voto pero son ignoradas por las minorías gobernantes al momento de la toma de decisiones? Sobre todo cuando parece que uno vota para elegir a sus propios verdugos… y, no es broma, ¡esperan que uno sea feliz con ello!

Si la democracia garantiza la suficiente libertad como para caer muerto de hambre donde a la libertad le plazca, ¿para qué la democracia?

Crisis de satisfacción

Estas preguntas no son el fundamento de mi rompimiento con la democracia, sino dudas que cada vez más frecuentemente se hace una población desencan tada con el rumbo de su país.

El Latinobarómetro ha ido señalando año con año la creciente crisis de la satisfacción popular con la democracia como sistema de Gobierno y la idea, cada vez más arraigada, de que si no sirve para mejorar la calidad de vida, no sirve. “No hay democracia que valga si no suena en los bolsillos” -escuché decir a un profesor hace algunos años.

La realidad es que es cada vez más creciente la idea de que las sociedades latinoamericanas están dispuestas a retrocesos democráticos si eso implica mejoras en su calidad de vida. Para 2010 solamente el 27% de los mexicanos están satisfechos con la democracia, su principal problema es la corrupción – dice el 55%-.

Teniendo estos datos ¿no pensamos hacer nada?

Menos de una tercera parte de los mexicanos confían en los gobiernos, partidos y distintas instituciones. Nada sorprendente si lo comparamos con el 60% de abstencionismo electoral que se vivió por ejemplo en las pasadas elecciones.

Un juego de pocos

En otras palabras, a un tercio de los mexicanos les va bien, confían en sus instituciones y gobiernos, participan en política y salen a elegirse entre ellos mismos. México es de ellos.

Las dos terceras partes restantes, la mayoría, sigue hundida en su cotidiano intento por sobrevivir. Ellos solamente constatan el deterioro de su calidad de vida.

¿Hasta dónde aguantará el sistema democrático con ese juego tan desigual y esa incontrolable insatisfacción? ¿Un abstencionismo del 80 o 90% será suficiente para despertar las señales de alerta de que, en realidad, se están quedando solos con su simulación democrática?

En La Lupa: hablando de corrupción

Es increíble que una semana después del eterno debate en el Congreso de Sonora sobre el desaseo en el uso de los recursos públicos observado por el ISAF, la información no esté publicada ni disponible.

Ni el Congreso del Estado ni el ISAF mismo han cumplido con “subir” a sus portales de Internet el documento del Informe de Resultados de la Cuenta Pública 2012 en donde unos señalan existen más irregularidades en la historia de Sonora y otros, simplemente lo niegan.

El ISAF anuncia la noticia de su entrega al Congreso, pero no sube el documento. El Congreso del Estado hace exactamente lo mismo.

Como sea, la ciudadanía está fuera de esta discusión y, como siempre, este tema terminará como un episodio más de ese espectáculo tan lamentable que es la política. Sin consecuencias ni responsables, solamente un mero y triste circo.

Y mientras tanto, reformar el ISAF no brilla en ninguna agenda legislativa. Todos se quejan de su incapacidad, pero ninguno se dispone a darle mayores facultades.

Guillermo Noriega Esparza. Internacionalista, UNAM y director de

Sonora Ciudadana A.C.

Correo: noriega@sonoraciudadana.org.mx

Fuente: El Imparcial