Estos dos choques, Tesla y #MiVotoNoseToca, aparentemente inconexos, reflejan las profundas contradicciones que existen entre el presidente de México y las necesidades de nuestro planeta.

Son evidentes los enormes contrastes que caracterizan algunas situaciones en el país. Me llaman la atención los eventos más conspicuos en estos días. Por un lado, el arribo de Tesla a México en el proceso de “nearshoring” que está ocurriendo especialmente en el centro norte del país, y la enorme concentración ciudadana en más de 110 ciudades en México y alrededor del mundo para defender el voto libre y al Instituto Nacional Electoral.

Empresas alrededor del mundo están buscando relocalizarse para adaptar su estrategia de crecimiento y desarrollo a la confrontación, cada vez más clara, entre China y los Estados Unidos. Muchas de ellas se están ubicando en el oriente, pero fuera de China, en países como Taiwán, Corea del Sur, Vietnam o Indonesia, que están recibiendo mucha inversión extranjera en estos últimos años. Y dentro de ese proceso, México es también un candidato viable pues no hay otro país en desarrollo que comparta frontera con los Estados Unidos y que tenga un tratado de libre comercio con ese país. México es el país emergente mejor ubicado en el mundo para satisfacer estas posibilidades generadas por la nueva geopolítica mundial.

Independientemente del deterioro del Estado de derecho en el país, hay empresas que se están animando a invertir en México por su situación privilegiada, esperando que los retos políticos sean superados de una manera u otra. Y el arribo de Tesla es probablemente la inversión más potente del sexenio que se ubicará en el estado de Nuevo León. Hasta aquí todo normal. Lo que contrasta es la visión de Tesla, como fabricante de automóviles eléctricos que además le apostarán a su expansión con autos más económicos, con la política energética del gobierno de López Obrador. Aquella ve a la electricidad como la fuente de energía del futuro próximo y mediato, mientras que el gobierno mexicano le ha apostado mucho de nuestro dinero a la energía producida por los combustibles fósiles que son más caros y contaminantes.

El segundo contraste que también estalla en la cara es la visión del presidente López Obrador de concentrar todo el poder en sí mismo tomando por asalto al INE, y los cientos de miles de personas que marchamos el domingo, que nos consideramos ciudadanos, para oponernos a esa visión. Por un lado, el presidente utiliza todo el aparato de Estado, su mayoría legislativa, para intentar imponer una sola manera de ver el mundo y un gobierno autócrata, asegurar su permanencia o la de su movimiento más allá de 2024. Para ello, entre muchos otros recursos, se sirve de argumentaciones falaces y amedrentamiento a miembros de la Suprema Corte de Justicia para que avalen la reforma electoral conocida como el Plan B. Y por el otro lado están ciudadanos, sobre todo clases medias urbanas, que están dispuestas a movilizarse para defender una institución del Estado, que salvaguarda nuestro derecho al voto libre y efectivo. Como lo dijo el ministro en retiro José Ramón Cossío el domingo en el Zócalo de la CDMX, “los procesos electorales previstos en la Constitución son la única manera de elegir y de renovar pacíficamente todo lo que aspiramos ser. Conforme a ese texto supremo, delegamos parte de nuestro poder soberano en representantes electos periódicamente. Si estos procesos no se realizan debidamente, una persona puede asumir que su proyecto de gobierno o de nación nos puede ser impuesto sin importar lo que pensemos”. Por eso es tan importante la defensa de nuestras instituciones electorales para asegurar su autonomía y que garantice nuestros votos.

Estos dos choques, Tesla y #MiVotoNoseToca, aparentemente inconexos, reflejan las profundas contradicciones que existen entre quien es el presidente de México (y sus colaboradores más cercanos), y las insoslayables necesidades de nuestro planeta y de ciudadanos que valoran vivir en pluralidad y libertad. Están en diferente canal. El choque es entre visiones abismalmente contradictorias que, sin embargo, podrían encontrar puntos de contacto, aunque fuera en el discurso: todos queremos mejores estrategias para cuidar nuestro planeta, ciudadanos que desean vivir en libertad, construir entre todos un país y una sociedad inclusiva, en convivencia pacífica, con seguridad para todos, justicia social, bienestar, erradicación de la pobreza y preservación del medio ambiente y nuestros recursos naturales. No es difícil encontrar coincidencia en esos objetivos compartidos si el verdadero interés es por la gente y el futuro del país y de nuestro planeta, en lugar de perderse en megalomanías y localizando ‘aluxes’.

Fuente: El Financiero