Difiero de quienes aseguran que las decisiones  que ha venido tomando el gobierno del presidente López Obrador tienen como propósito – o tendrán como secuela- una vuelta al régimen que vivió México en los años setenta. No sólo por la obviedad de que volver al pasado es imposible, sino porque lo que está construyendo (y perfilando para el futuro inmediato) es un sistema político inédito, que no tiene comparación con ningún momento previo de nuestra historia.

Es cierto que la deliberada y sistemática concentración del poder en el presidente de la República se parece a otros episodios pretéritos, pero en aquellos no había la evidente intención de establecer un pensamiento único y nuevo que se impusiera con todos los medios que otorga el mando, hasta el último rincón del país. No fue así en el liberalismo ni después de la Revolución Mexicana, ni tampoco durante los múltiples gobiernos de Santa Anna —que cambiaba de bandera según
soplaban los vientos— ni en el Porfiriato que sólo abrazó el liberalismo – como lo probaría don Emilio Rabasa – como bandera para justificar a la dictadura.

Ni siquiera entre los gobiernos autoritarios del régimen establecido a la sombra de la Revolución prosperó una sola y única visión de la política. Por el contrario, el aparato de poder que gobernó México desde 1929 hasta el final del siglo pasado cambió sin pudor de nombre y de camisa ideológica varias veces: fue socialista, fue liberal, fue socialdemócrata, fue liberal social.

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Fuente: El Universal

Por: Mauricio Merino