Quien piense que este país, quizá más que este planeta, tiene a corto plazo la posibilidad de superar la corrupción, o es un iluso o  está muy entusiasmado con los avances que en materia legislativa se han logrado recientemente en México.

Es decir, pensar que sólo con buenas leyes, vistas como políticas públicas, en la materia, se logrará acabar con el lacerante flagelo, es por decirlo de la manera menos brusca posible, ver sólo una parte del problema que se busca resolver.

Mi formación sociológica me dice que lamentablemente tendremos que esperar resultados por lo menos a mediano plazo.

Me explicaría, o trataría de explicar esta postura, partiendo de la esencia de las conductas develadas, recientemente por el affair de los Panamá papers.  El cual genera desde mi punto de vista tres actitudes en los mexicanos.  Primero la de la sorpresa y consecuente indignación pasajera de los que comúnmente se encuentra desinformados o subinformados.  Luego la de los que no se sorprenden ya porque, por poner un ejemplo están acostumbrados a las denuncias de Aristegui Noticias, o la revista Proceso, pero que su indignación los hace pasar a la acción (como la iniciativa de Ley 3de3 impulsada por el IMCO con una pequeña ayuda de la COPARMEX), aunque en los márgenes del comportamiento políticamente correcto.  Y finalmente los proclives al oficialismo o de tendencia conservadora, que no sólo minimizan el hecho, sino les parece “normal”.

Así entre los primeros y los terceros se encuentra la mayoría de la población mexicana y por lo tanto, en términos literales, no pasa nada con dichas denuncias de corrupción, digamos como no pasa nada con las respectivas sobre las “casas blancas” de Peña y Videgaray.

Porque lo que los ahora famosos papeles han mostrado es algo que muchos sospechaban en términos de cómo puede alguien como Slim haberse convertido en el hombre más rico del mundo en tan poco tiempo.  Alguna tranza habrá hecho dice la gente en la calle, cuando ve algo parecido.

Las riquezas de este mundo, o en términos digamos económicos, los capitales de los ricos, lo que muestran ahora, quizá más que antes, es que el problema no es la pobreza sino la desigualdad.

Thomás Piketti, en su libro La crisis del capital en el siglo XXI. Crónicas de los años en que el capitalismo se volvió loco (Siglo XXI Editores, 2015), dedica la Parte III a artículos agrupados bajo el título de una pregunta “¿Cómo cobrarles impuestos a los ricos?”  Uno de ellos se titula “Japón: riqueza privada, deudas públicas”.  Sin dificultad se puede cambiar el nombre de ese país por el del nuestro y las dos cuartillas que lo componen se quedarían cortas para tratar los cientos, sino es que miles, de casos que nosotros vivimos no ahora que regreso el PRI a Los Pinos, sino también cuando Fox y Calderón del PAN, fueron inquilinos de dicho lugar e indudablemente en los más de setenta años del Priato.

Dice Piketti, hablando del caso japonés, pero que insisto con mucha facilidad lo podemos trasladar al nuestro, que “Lo primero a tener en cuenta cuando se habla de deuda pública es que los patrimonios privados son siempre mucho más elevados que las deudas (privadas o públicas).”  Argumenta así que “…la posición patrimonial neta del sector público japonés pasó a ser levemente negativa estos últimos años, lo cual es bastante poco habitual (cursivas nuestras): un gobierno no puede ponerse a vender todo lo que posee.” (Cursivas y negritas nuestras también).

Y eso en una sociedad que ancestralmente tiene en el honor uno de sus más preciados valores.  ¿Cómo será esto en el caso mexicano entonces?  Más grave sin duda.  Habrá quienes tal vez exijan datos en esta reflexión, pero en realidad no es necesario abrumarse al respecto.

Este marco es en el que el INAI nos invita a participar, escuchando a algunos expertos y otros no tanto al, cito: “análisis sobre la corrupción y el uso eficiente de la información, a partir del diálogo…” etcétera, etcétera.  En el foro “La información en el combate a la corrupción ¿cómo nos arreglamos?” que se realizará 11 y 12 de abril del presente.

Encomiable esfuerzo, no lo dudo, pero como muchos de los eventos de este tipo, no le hallo vinculaciones directas con la gente de abajo que es la que sufre los destrozos de la corrupción como bien lo dice el Comisionado Salas en un video al respecto.

Por eso es que cambio los signos de interrogación por unos de admiración en el título de esta sencilla opinión que no busca descalificar sino plantear una lectura crítica, es decir libre.

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