Es imposible no pensar en los años de la Gran Depresión -y en la respuesta política a la Gran Depresión de 1929- después de escuchar el discurso del nuevo presidente argentino, Javier Milei: “…en consecuencia, no hay solución alternativa al ajuste, no hay plata… La solución implica, un ajuste fiscal en el sector público nacional de 5 puntos del PIB, 20 mil millones de dólares, que a diferencia del pasado, caerá casi totalmente sobre el Estado y no sobre el sector privado… No hay lugar a la discusión entre shock y gradualismo. Naturalmente, eso impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes… Sabemos que a corto plazo la situación empeorará. Pero luego veremos los frutos de nuestro esfuerzo”.

Milei, casi un siglo después, sigue el infame consejo que Andrew Mellon (secretario del Tesoro de Estados Unidos, 1921 a 1932, durante el crash de 1929) le dio a Herbert Hoover (presidente de Estados Unidos de 1929 a 1933): “Liquida la mano de obra, liquida las acciones, liquida a los granjeros, liquida los bienes raíces… liquida toda la podredumbre en la economía”.

Con esa fe religiosa en “el mercado”, Hoover y su millonario secretario Mellon, cometieron la estupidez de oponerse a los macroprogramas públicos de estímulo económico rápido, y ese error arruinó por casi siete años, la vida de millones de personas, creando las condiciones de la Gran Depresión y de la siguiente guerra mundial.

Pues bien, eso es lo que está haciendo Milei: un programa de achicamiento radical del Estado y de la intervención pública en Argentina. No corregir, no reformar, nada de planes de recuperación. Se trata de cortar a diestra y siniestra la capacidad del gobierno, que según él, es el verdadero problema: de 18 a 9 ministerios, recorte en todos los programas sociales pues “no hay otra alternativa¨, exactamente, tal y como sostuvieron M. Tatcher o A. Pinochet en su momento. “El momento de la libertad” ha llegado ahora y Milei se prepara y advierte: estamos preparados para enfrentar las protestas, que sabe, sobrevendrán.

El desastre del kirchnerismo y del peronismo histórico es la plataforma sobre la que se yergue su triunfo y su programa extremo, pero eso no lo hace menos inviable, menos enloquecido: el ultracapitalismo es imposible aún y con el 52 por ciento de popularidad.

Fuente: Crónica